…Enamorado de Tres Ríos
Por: Leonardo Jiménez Campos*
En menos de una hora varias décadas pasaron por su mente, una a una, las vivencias del Tres Ríos de su infancia, del Tres Ríos de su vida…
Al fondo de la amplia ventana, una monumental montaña adornaba a lo largo y ancho su oficina, ubicada en Cipreses de Curridabat, parecía traspazar el grueso cristal desde donde se enfilaban imponentes los cerros de La Carpintera.
Diputado, ministro, educador, catedrático universitario y creador de la primera universidad privada del país, Guillermo Malavassi Vargas contó una a una sus vivencias en el pueblo que considera era culto y respetuso con los demás…
Desde muy niño se relacionó con la montaña, esa maqueta majestuosa que de este a oeste aún observa, miró de niño, admiró de joven y amó de adulto…
“Recuerdo las procesiones, el camino de Los Pinos hacia el cementerio y por supuesto la montaña con sus leyendas, los turnos en la plaza. Nací en Cartago, viví en Tres Ríos y me eché a perder en San José” una risa brotó de sus labios e inundó todo el recinto…
”Toda la escuela primaria. Admiré a maestros como Don Carlos Mora quien nos reunía en el patio para motivarnos a solucionar los problemas cantonales. Era una época donde todos aportaban trabajo y esfuerzo para el pueblo, no existía ese paternalismo, sino que todos ayudaban a cortar el zacate de la plaza, a pintar la iglesia o a realizar obras para el beneficio de la comunidad. Eran momentos, donde todos colaboraban. Con el tiempo llegaron los diputados con partidas específicas e hicieron que se perdiera ese espíritu de cooperación comunal. Ahora todos esperan la ayuda municipal o del Estado, cuando es con el aporte de todos que se puede construir un pueblo mejor. Hoy se depende enfermizamente del estado” comentó.
Cuando llegué a Tres Ríos existían varias fincas de gente rica, Alvarado, André, Piza, Lorengel entre otros, la gente los quería mucho. Recuerdo a don Ernesto Lorengel, a Don Arnoldo André un hombre correcto que abría el portón de su finca a las cinco de la mañana y recibía a todos sus peones y les saludaba a todos. Y no solo eso, sino que vivía pendiente de las necesidades de sus empleados. Era tal la identificacion que cuando la segunda guerra mundial hubo persecución de los alemanes, los peones rodearon la casa y no dejaron que lo apresaran. Lo respetaban, lo respetaban…
Era la época en donde existía respeto hacia las personas, fuese un cafetalero o un peón. Al dirigirse a cualquier vecino nos referíamos a Don Arnoldo, Don Cérvulo, eran “Dones”, personas rectas que infundían un gran respeto a los habitantes del pueblo, pero ese respeto era mutuo sin distinguir posicion social.
Y me preguntaba luego con los años… ¿De dónde sacaron ese respeto?…Lo poquito que lograban en la escuela se sumaba con las constantes visitas de misioneros católicos quienes recalcaban los valores y principios. La gente llenaba la iglesia, era primero Dios y después lo demás.
La mayor parte de vecinos vivía de trabajar. Era un ambiente extraordinario. Cuando venían las cogidas de café solo quedaban en el pueblo el padre, el sacristán y el alcalde…Era después de las dos o tres de la tarde que el pueblo volvía. No había vagabundos, las riñas eran esporádicas y se daban en su mayoría en las fiestas de turno o partidos de fútbol, eran parte del folclor del pueblo.
Eran tiempos de fútbol, de plaza… Sus muros se abarrotaban para observar los partidos, sin duda era el ágora de la comunidad. Lugar donde se discutía lo que pasaba en el pueblo, se disfrutaba de los turnos y las retretas, y se compartía con los vecinos…Eran el tiempo de grandes jugadores, Talo Durán, Anco Marcio Vargas, Renán Vargas la gente llenaba el muro de la plaza con entusiasmo se daban grandes partidos de fútbol. La retreta ahhhhhhhh la gente se paseaba de arriba para abajo… Aquello que yo llamaba nobleza intelectual donde estaba Don Carlos Mora, Don Eustaquio Céspedes, Don Ramón Céspedes, la niña Salvadora Vargas y otras personas de una nobleza espiritual extraordinaria. Los Vargas Gené…La gente era muy correcta…Desde al más alto hacendado hasta el peón más humilde…El pueblo era entrañable y en los funerales todos asistían, se vivía en comunidad…
Un chorro de humo subiendo Ochomogo…
El tren era todo un espectáculo, las locomotoras de vapor, dibujaban una larga línea en el cielo. Su campana impresionante avisando que le dejaran libre el paso, los chiquillos guindando del cabús… La gente aprendía a nadar en las pozas limpias y cristalinas, nos bañabamos sin ropa, disfrutábamos mucho. Las siembras de árboles en el Chiguite, los juegos tradicionales, la música de banda….
En Tres Ríos aprendí a tocar guitarra con Don Víctor Manuel Fonseca y Don Marcial Azofeifa luego conformamos La Pilarica, todo por nota, eran épocas de gran satisfacción, don Víctor nos enseñaba con gran esmero.
Ahora Tres Ríos es diferente ya no está la plaza, ni la vieja iglesia pero sí su bella montaña… Pese a éllo, cada vez que digo su nombre, al igual que Don Joaquín Vargas Gené me pongo de pie y recuerdo la voz de mi madre cuando me decía: “mire Memito, recuerde que Tres Ríos es Tres Ríos, cuando pase por donde Don Aníbal el verdulero, le dice buenos días Don Aníbal, si pasa por la carnicería le dice buenos días Don Felipe…. Eran tiempos bellos, inolvidables que los llevaré siempre en mi corazón.
*Entrevista realizada hace varios años