El Monumento del Águila, un legado entre mitos y realidad

Leonardo Jiménez Campos

leonardojimenezcampos@gmail.com

REDACCIÓN CRÓNICAS DE LA UNIÓN 2025

En las faldas de Ochomogo, entre la bruma y el murmullo del agua, se alza un monumento que ha despertado curiosidad, controversia y admiración por décadas: el Monumento del Águila, también conocido como Fuentes del Padre Carazo. Este imponente conjunto, ubicado en Quebrada El Fierro, La Unión, Cartago, es mucho más que una escultura; es un testimonio de la ingeniería, la historia y los debates ideológicos de Costa Rica en el siglo XX.

Un águila que vigila el agua

La figura de un águila con las alas extendidas, erguida sobre una pirámide escalonada, domina el paisaje. Construida en 1939 por el ingeniero italiano Albérico Angelini, la escultura fue concebida como un homenaje al Imperio Romano y su destreza en la construcción de acueductos. Sin embargo, su similitud con símbolos utilizados por regímenes fascistas en Europa ha alimentado rumores y leyendas. ¿Fue este monumento un tributo a la ingeniería o un guiño a ideologías extranjeras?

La voz de los documentos

Los archivos revelan que el monumento forma parte de un complejo hidráulico diseñado para abastecer de agua potable a San José. Las Fuentes del Padre Carazo, nombradas así en honor a un sacerdote que donó los terrenos para beneficencia en el siglo XIX, fueron vitales para la capital. El informe técnico del Ministerio de Cultura destaca su valor histórico y arquitectónico, desmintiendo las teorías que lo vinculan al nazismo. «El águila imperial romana no es un símbolo fascista», recalca el estudio, aunque reconoce que su estilo refleja influencias del Art Decó, moda en la época.

La polémica que perdura

A pesar de las evidencias, el fantasma de la controversia persiste. En 1996, un artículo periodístico lo llamó «el águila fascista», vinculándolo con supuestas reuniones de simpatizantes nazis durante el gobierno de León Cortés (1936-1940). Sin embargo, historiadores como Gerardo Vargas Cambronero y Vladimir de la Cruz aclaran que no hay documentos que respalden estas afirmaciones. «Es un mito urbano», asegura el informe del Centro de Patrimonio.

Mientras el debate continúa, el águila sigue en su pedestal, testigo silencioso de un pasado que mezcla logros ingenieriles con sombras de desconfianza. Su historia, como el agua que fluye a sus pies, es un reflejo de las complejidades de un país que busca honrar su patrimonio sin olvidar las necesidades del presente.

 Cronología del Monumento del Águila

1868
Inauguración de la primera cañería de San José, abastecida por el río Tiribí.

1907
El presidente Cleto González Víquez gestiona un empréstito para construir una nueva cañería.

1910
Se inaugura el acueducto de las Fuentes del Padre Carazo y del Chagüite.

1931
El ingeniero italiano Albérico Angelini arrienda los terrenos e inicia mejoras en las fuentes.

1939-1940
Construcción del Monumento del Águila como parte de las obras de ornamentación del acueducto.

1940
Inauguración oficial del complejo hidráulico. La escultura del águila genera admiración y suspicacias.

1996
Un artículo de La Prensa Libre lo vincula erróneamente al nazismo, alimentando mitos urbanos.

2011
La Comisión Nacional de Patrimonio recomienda declararlo Patrimonio Histórico-Arquitectónico.

2012
El AyA expresa preocupación por posibles restricciones al mantenimiento del acueducto.

2025
El monumento sigue en pie, protegido pero aún rodeado de preguntas y leyendas.

Reflexión final
El Monumento del Águila es un espejo de Costa Rica: un país que navega entre la preservación de su historia y los desafíos del progreso. Su futuro dependerá de encontrar un equilibrio entre memoria y utilidad, entre el respeto al pasado y las demandas del presente.

OPINIÓN: El Monumento del Águila y la dualidad de nuestra memoria histórica

Por: Leonardo Jiménez Campos

El Monumento del Águila, esa imponente figura que vigila desde las alturas de Ochomogo, es mucho más que una estructura de piedra y cemento: es un símbolo de las contradicciones que atraviesan nuestra identidad nacional. Su historia, como bien revelan los documentos oficiales, está tejida entre logros técnicos, mitos políticos y tensiones entre conservación y progreso. Y en esa complejidad, nos obliga a preguntarnos: ¿cómo gestionamos un patrimonio que algunos admiran, otros desconfían y muchos simplemente desconocen?

Entre la ingeniería y el mito

No cabe duda de que el valor arquitectónico e histórico del monumento es innegable. Diseñado en 1939 por el ingeniero Albérico Angelini, formó parte de un ambicioso proyecto hidráulico que modernizó el abastecimiento de agua en San José. Su estilo, influenciado por el Art Decó y la estética monumental de la época, buscaba rendir homenaje a la grandeza del Imperio Romano y su legado en obras públicas. Sin embargo, la figura del águila, con sus alas extendidas, fue malinterpretada durante décadas como un símbolo de adhesión al fascismo europeo.

Es comprensible que, en un contexto mundial marcado por la Segunda Guerra Mundial, cualquier referencia a águilas imperiales generara sospechas. Pero los documentos desclasificados y los estudios técnicos demuestran que no hubo tal intención ideológica. Aquí, el verdadero problema no es el monumento en sí, sino nuestra tendencia a llenar vacíos históricos con suposiciones antes que con investigación rigurosa.

El patrimonio como campo de batalla

Hoy, el debate ya no gira en torno a su simbolismo, sino a su utilidad. El AyA, legítimamente, defiende la necesidad de mantener operativas las fuentes de agua sin trabas burocráticas. ¿Debe primar la funcionalidad sobre la conservación? O, en otras palabras, ¿puede un país como Costa Rica permitirse perder un patrimonio histórico en nombre del progreso inmediato?

La respuesta no es sencilla, pero tampoco debe ser extremista. No se trata de elegir entre agua o cultura, sino de integrar ambas necesidades. Si Alemania logró reconstruir sus ciudades después de la guerra sin borrar su historia, ¿por qué nosotros no podemos preservar este monumento mientras garantizamos el acceso al agua? La solución pasa por regulaciones inteligentes que protejan la estructura sin entorpecer el mantenimiento esencial.

Una lección para el futuro

El Monumento del Águila nos deja una enseñanza clara: el patrimonio no es solo piedra, es memoria. Y esa memoria debe ser estudiada, discutida y contextualizada, no enterrada bajo prejuicios o sacrificada en aras de la comodidad administrativa.

Si algo demuestra este caso es que Costa Rica aún debe madurar en su manera de abordar su legado histórico. No podemos permitir que monumentos como este sigan siendo víctimas de la desinformación o la negligencia. La próxima vez que alguien mire al águila en lo alto de Ochomogo, debería ver más que una escultura: debería ver un recordatorio de que nuestra historia, con sus luces y sombras, merece ser preservada con rigor, pero también con sentido común.

El Monumento del Águila no es fascista, pero tampoco es solo un adorno. Es una pieza clave de nuestra ingeniería, un espejo de cómo interpretamos el pasado y un desafío para equilibrar protección y progreso. Su futuro dependerá de nuestra capacidad para honrar la historia sin quedarnos anclados en ella. Y eso, quizás, es la verdadera prueba que debemos superar como sociedad.

FUENTES: Ministerio de Cultura Fotografías Ministerio de Cultura y Leonardo Jiménez Campos

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