Por Arnoldo Quesada Badilla
La brujería fue una actividad que se desarrollo en Europa durante los siglos XIII – XIV y XV, aunque la Iglesia Católica la condenó como una herejía a la conquista de América. Esta práctica fue introducida por los Españoles.
Se dice que a principios del Siglo XX las brujas fueron un terror en casi todos los pueblos de Costa Rica, aún las más vagabundas ejercían esta práctica diabólica, tantas eran que esto llegó a ser como una plaga.
Desde luego Concepción no fue escapo de estas, pues se cuenta que aquí habían algunas y bien jodidas. Se cuenta que una de estas tenía como costumbre aparecer dentro de un ataúd, por el camino que va a Tres Ríos, cerca de la horqueta de caminos.
Un día de tantos Don Santos Ovares, vecino del lugar, quiso darse cuenta de qué se trataba en realidad aquéllo, para eso le comunicó a su señora madre lo que iba a hacer: se iría en la noche hasta las doce de la noche, luego se vendría de regreso a su casa. Cuando llegó con cuatro candelas encendidas, vaya espanto tan horrible como para parar la manta por donde fuera más cerca.
Sin embargo como Don Santos, era uno de aquellos hombres de armas tomar; pues se dice que hasta había ido a luchar contra los filibusteros en la guerra de 1856, por esa razón no se amedrentó y de sola una vez sacó de su cinto la espada que había llevado a la guerra, y se la colocó en el puro corazón de aquel muerto y esperó a las primeras horas de la madrugada, el tal muerto empezó a moverse, pero Santos no aflojaba, poco rato después por fin supo de quién se trataba, de inmediato le dio varios cinchazos, tantos como para que se acordara todo el resto de su vida.
Pero no solo esa era su intención, pues al fin era llevarla a donde el cura de Tres Ríos para que la quemara. Sin embargo a las súplicas de la vieja bruja, la dejó en paz, pero no le quedaron más ganas de asustar a nadie más.