La cruceta o machete espadín era una herramienta que se popularizó más o menos entre los años de 1850 y 1950. Fue usada regularmente por el resguardo fiscal o policía, así como por los campesinos en sus labores diarias.
Gran parte de las crucetas fueron hechas por la fábrica de herramientas Collins, de los Estados Unidos, a partir de 1845. Y esa marca llegó a ser tan popular en su época, que algunos campesinos no decían “tráigame el machete o la cruceta”, sino que decían “tráigame el Collins”.
La cruceta tenía una hoja metálica larga, delgada y muy flexible. Por lo general no tenía filo y la punta era redonda. Su puño era de cacho de ganado o de madera y estaba protegida por una guarda de bronce o hierro, que formaba una cruz, cosa que le dio origen al nombre de cruceta. Si la guarda era de bronce se conocía como cruceta “cruz amarilla”, pero si la guarda era de hierro, se le llamaba “cruz de hierro”. Sin embargo, también se fabricaron algunas más elaboradas con puños terminados en forma de cabeza de animales como águilas, gallos, caballos, perros o lobos.
Por ser la cruz un símbolo tan respetado en la mayoría de nuestros pueblos, mucha gente de aquel entonces se sentía protegida casi de forma divina. Por eso era costumbre clavar la cruceta en el suelo cuando había mucha rayería para que los protegiera de los rayos. También se cuenta que con la cruceta se espantaba a las brujas o que hasta se podía retar a pelear al mismísimo diablo. Esas y otras creencias se fueron convirtiendo poco a poco en leyendas que pasaron de boca en boca y de generación en generación.
Sin embargo, en la realidad, el campesino la utilizaba en sus trabajos del campo y para los boyeros era una compañera inseparable en sus viajes. Tenían la costumbre de llevar la cruceta en el yugo de los bueyes, en caso de tener que defenderse de algún animal peligroso. En ocasiones también se usaba la cruceta en algún pleito, pero generalmente solo para dar uno que otro azote a su contrincante, con la parte plana de su hoja.
Pero también el resguardo de policía, que podía ir a pie o a caballo, la usaba para defenderse o a veces para disolver algún grupo de revoltosos: les daba un “planazo”, “chilillazo” o “cinchazo” con la hoja metálica en forma plana, que solo producía un fuerte ardor a los infortunados, quienes se iban para su casa diciendo que nunca más iban a comportarse mal.
Tomado de Escuela para Todos Del Libro Almanaque Escuela Para Todos 2016