Editorial: Invertir en deporte es invertir en vida y progreso

Hace poco más de cinco años, tras décadas de abandono, nuestra comunidad fue testigo de una transformación esperanzadora. El Polideportivo Pablo Durán, un espacio otrora olvidado, renació con una inversión millonaria que demostró una voluntad política clara y un compromiso con la ciudadanía. Un cierre perimetral, una pista de atletismo y un puente no fueron solo obras de cemento y acero; fueron símbolos de un «sí» rotundo a los atletas, un «sí» al deporte y un «sí» a la reconstrucción del tejido social. Ese logro, impulsado por el Comité de Deportes y un alcalde con visión, probó que cuando hay voluntad, los recursos y los acuerdos se encuentran.

Hoy, esa esperanza se ve amenazada por un retroceso inexplicable. La misma administración que debería construir sobre lo avanzado, ahora se refugia en lo que muchos perciben como «leguleyadas» y excusas burocráticas para no invertir ni un cinco. El argumento de que el terreno pertenece al Ministerio de Educación y la falta de un convenio se erigen como una barrera infranqueable, a pesar de que la historia reciente y pasada demuestran lo contrario. Allá por los años 90, se pudo iluminar el espacio y construir canchas y graderías. Hace cinco años, se pudo realizar una inversión millonaria. La pregunta que surge es inevitable: si antes se pudo, ¿por qué ahora no se puede?

Esta contradicción es profundamente desalentadora para una comunidad deportiva que, con esfuerzo y dedicación, sigue poniendo en alto el nombre de nuestro cantón. Es una práctica dolorosamente cíclica: cuando los atletas participan en eventos y traen triunfos, son recibidos con discursos rimbombantes y reconocimientos de cartón. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando el entusiasmo de la premiación se apaga, los deportistas regresan a una infraestructura que no recibe la inversión ni el mantenimiento que merece y necesita.

Esta actitud, que algunos han denominado como la del «Don Berrinche, rey del no», tiene un costo real. Invertir en infraestructura deportiva y en programas de recreación no es un gasto superfluo; es una inversión estratégica en salud pública, en prevención de la violencia, en integración social y en la formación de valores para nuestra juventud. Un polideportivo bien equipado es un antídoto contra el ocio destructivo, un espacio donde se forjan la disciplina, el trabajo en equipo y la resiliencia.

La solución no es un misterio. Lo que se necesita no son solo recursos económicos, sino, sobre todo, voluntad política. La misma que hubo hace más de cinco años y la que hubo en décadas pasadas. Un convenio interinstitucional no es un obstáculo mitológico; es un trámite que se resuelve cuando existe un interés genuino por servir a la comunidad. La prioridad debe ser el bienestar de la población, no la comodidad de la administración.

Exhortamos a nuestras autoridades a dejar atrás las excusas y a honrar los logros del pasado. Que el «sí» de hace cinco años no sea una anécdota, sino el precedente de una política de estado constante. Es hora de pasar de los discursos y los reconocimientos de cartón a las acciones concretas.

Nuestros atletas, nuestros jóvenes y nuestra comunidad en general merecen más que promesas. Merecen una infraestructura digna que refleje el valor que realmente tiene el deporte para el progreso de nuestro cantón.

Invertir en deporte es invertir en vida. Y eso siempre será un «sí» que vale la pena.

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