Por Luis Valencia, para Crónicas de La Unión.
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Un Pueblo sin Historia, es un pueblo sin Identidad
Cuántas generaciones ayudó a nacer y cuántas más han pasado, de las que muchos ignoran o bien nunca conocieron a la Abuela Nina. Su nombre de pila, Benigna de San José Soto Soto, nacida en Dulce Nombre de La Unión el 13 de Febrero del año 1899, hija de Pedro Soto y Filomena Soto.
A la fecha de esta publicación, cuentan 116 años que la Abuela Nina nació y desde muy niña y dado a las circunstancias se inclinó a servir a sus semejantes y fue dotada de una virtud natural que muy pocos poseen.
Ella además de partera era una renombrada curandera con plantas naturales y otros que tuviese a su alcance para aliviar cualquier dolor y sobar una pega, un lisiadura en brazos o pies, un tortícolis o bien realizar las labores de parto en una casa sin ayuda técnica que mucho menos en aquellos tiempos era bien escasa.
Toda la población acudía a la Abuela Nina en busca de calmar sus dolencias que dejaron de ser realistas y curativas el 30 de Diciembre del año 1980 cuando falleció a la edad de 91 años.
Sus raíces y rasgos físicos nos los podía ocultar, indígenas de una generación de pobladores insignes de nuestra comunidad, donde para ellos solo existía la bondad, el trabajo y la dedicación a sus deberes con ahínco, como en este caso la Abuela Nina lo hacía tanto en nuestro cantón, como algunas veces fuera de él, a personas que la venían a buscar a su humilde casa para llevarle un enfermo o bien llevarla a ella a asistir un momento de parto.
La Abuela Nina ponía en tratamiento a las mujeres embarazadas y les decía sus cuidados tanto para ella como para la criaturita, como ella solía decir. Pocas veces fallaba en un veredicto de comunicar si era niña o niño lo que iba a dar a luz la mujer que asistía a las visitas que La Abuela Nina le aconsejaba que asistiera. Nunca a nadie le cobró un centavo, vivió de lo que a voluntad daban sus pacientes. Jamás le puso precio a sus virtudes y fue por eso que La Abuela Nina, se hizo tan popular y sobre todo tan querida en una comunidad que partiendo de los años 1960 para atrás, al menos una cuarta parte de la población de La Unión, fue asistida al nacer por La Abuela Nina y sus dotes de partera empírica que con su paciencia de santa y sus dotes de curandera, recetaba bebedizos que solo ella sabía que eran, ya que al llegarle un visitante y exponerle su dolencia, La Abuela Nina lo revisaba por la parte que manifestaba su dolor, y luego se retiraba al jardín o cafetal y muy escondido pasaba con las manitas santas ocultando alguna planta, mientras en su viejo fogón tenía agua hirviendo, que mezclaba y con un tono de sal y lo daba a tomar, con las dulces caricias y frases de: Tómese esto papito o mamita, ya verá que se va a componer.
Habiendo nacido en Dulce Nombre, en sus años siguientes se situaron en Tres Ríos detrás de la Escuela Central. Ya estando en edad de casamiento, se le conocieron dos matrimonios con sus respectivos hijos, el primero con Juan Sanabria y sus hijos Carmen, Abelardo y Juan, y el segundo matrimonio con Miguel Chaves y sus hijos Víctor, José Claudio y José Miguel, y ya para los años 1950 vivía en Carpintera, donde seguidamente pasó a vivir a Barrio La Cruz y luego al Barrio San Miguel en una propiedad y casita que le donó don Carlón Malavassi, y que luego fue removida por razones de la autopista, a una zona de casitas que el mismo don Carlón ubicó no solo La Abuela Nina, sino que a varios necesitados de vivienda en aquella época. Falleció en su humilde casita, amante del fogón y sus matas curativas en el jardín que por virtud natural eran sus medicinas en bien de todo el que llegara a ser curado.
De los misterios de la naturaleza y la sabiduría humana, Abuela Nina, fue uno de ellos y hoy día reposa su alma en el regazo del Padre Celestial como premio a una carrera que ejerció en bien de la humanidad y con un título único de la universidad de la vida, condecorándola como partera y curandera empírica naturalista, donde su precio fue el amor y el deseo de curar a las personas que acudieron a ella y que hoy honramos sus dotes de naturalista.
Personas que forjaron la historia de un pueblo, una comunidad no deben quedar en el olvido. Gracias por transportarnos en el tiempo y honrar la memoria de Nuestros Pilares.
A ella, regidores del periodo anterior no le dieron nunca el lugar que ella merece, porque la consideraron muy poca cosa para ser declarada Hija Predilecta, al no tener la alcurnia y abolengo de las que, para él son las grandes familias de linaje de este pueblo… Triste Autoridad Política…