Atónitos por el suceso que nos sacude actualmente, nos encontramos en shock emocional y cultural tras la desaparición de la calzada que por muchísimos años fue compañera fiel del Árbol del Centenario y del paso de peatones otrora clientes del servicio del tren, de padres, abuelos y precursores del pueblo.
A escasos seis meses de cumplir doscientos años de vida independiente y cien de la siembra del Monumento Nacional, así declarado en 1971, vemos como fue cercenada parte de la historia del cantón en un santiamén. El bicentenario representa la remembranza de un hito histórico que nos llena de orgullo, la independencia patria. Por tanto, todo elemento de orden cultural que ronda una de las áreas de mayor semblanza cívica debió ser no solamente conservado, sino también mejorado.
Vemos con gran preocupación la disonancia entre la política municipal, el desarrollo estructural y el manejo de los campos que encierran el sentimiento cívico e histórico del cantón.
Al hacer un recuento alrededor de la esfera terrestre y los eventos históricos con impacto destructivo, la guerra, los fenómenos naturales y la desidia del ser humano saltan a la palestra como detonantes de la invaluable pérdida de monumentos, edificaciones y espacios que unían a los antecesores de épocas remotas con las nuevas generaciones, culturas indígenas con sus descendientes.
Diferentes etapas dentro del acontecer de la historia muestran serias cicatrices por la lamentable pérdida de patrimonio cultural. Por ejemplo, en Siria en décadas recientes, Grecia antigua y a lo largo de Europa durante las guerras mundiales. En Costa Rica, el saqueo de las esferas de piedra y los cementerios indígenas son ejemplos de la indiferencia de colonizadores e inescrupulosos.
El completo abandono de valores, principios y estima por la preservación de la cultura desencadenan en la indiferencia hacia el patrimonio cultural. Lo que se escribe con la mano no se borra con el codo. Sin embargo, la realidad es otra ante nuestra mirada.
La casona, el parque del Árbol del Centenario, la calzada y la línea férrea junto al paso del ferrocarril, en su conjunto han distinguido la zona donde se ubican y guardan innumerables anécdotas, sucesos, desfiles y actos cívicos. De los líderes comunales y políticos esperamos la preservación y promoción adecuada de valores y principios que refuercen la identidad del Pilarico y del costarricense en general.
Ojalá podamos contar en setiembre al menos con la presencia del Monumento Nacional y lo que pueda recuperarse de la calzada…la historia está implícita en ellos.