
Por: Ing. Norman Aguilar Mora
Ingeniero Civil, Ing. Topógrafo e Ing. Hidráulico
Como ingeniero civil, mi trabajo se basa en un principio fundamental: la naturaleza sigue sus propias leyes, y nuestra labor es entenderlas y anticiparnos a ellas. Cuando una obra pública falla, casi siempre es porque este principio fue ignorado. El reciente colapso de un tramo de una calle cantonal, Calle Martínez cuya imagen muchos han visto circular en redes sociales, es un caso de estudio perfecto y tristemente elocuente.
Tras una inspección técnica del sitio, los hallazgos revelan una historia que va más allá de un simple bache. Es la historia de un error de procedimiento, un incumplimiento de la normativa y, sobre todo, una subestimación del poder del agua.
El ABC de una calle bien construida
Para entender lo que salió mal, primero debemos saber cómo se hace bien. La construcción de una calle no empieza con el asfalto; eso es el último paso. Es un proceso metódico:

- Primero, domar el agua. Antes de colocar ningún material, lo primero y más crucial es diseñar y construir el sistema de drenaje pluvial. Esto incluye cunetas, tuberías de alcantarillado y tragantes (las rejillas que vemos en las aceras) que capturen el agua de lluvia y la conduzcan de manera segura lejos de la vía. El agua es el enemigo número uno del pavimento.
- Segundo, sentar las bases. Una vez que el agua tiene por dónde irse, se construye la estructura del pavimento con varias capas de material que le darán soporte y durabilidad.
- Tercero, poner la «piel». Finalmente, se coloca la capa de rodamiento, el asfalto que pisamos. Y, por supuesto, las aceras y el señalamiento vial son partes obligatorias e inseparables del proyecto.
Este orden no es una sugerencia; es un mandato técnico recogido en las normas SIECA (Sistema de Integración Económica Centroaméricana), la normativa que rige en Costa Rica para garantizar que las carreteras sean seguras, duraderas y que el dinero público se invierta con sabiduría.
Lo que encontré en la inspección

En la obra inspeccionada, este proceso se siguió al revés. Se puso el asfalto primero, como si se quisiera tapar el problema en lugar de resolverlo.
Los hallazgos son alarmantes:
- Un sistema de drenaje «invisible» y deficiente: Los antiguos canales que llevaban el agua fueron enterrados con tuberías de un diámetro único de 450 mm, un tamaño que, desde un inicio, parece insuficiente para la cantidad de lluvia de la zona. Peor aún, no se construyeron las cunetas ni los tragantes necesarios para que el agua de la superficie pueda entrar a esas tuberías. Es como tener una cañería, pero sin la llave para abrirla.
- Un «cuello de botella» bajo tierra: En el punto exacto de la falla, la evidencia es incontrovertible. La tubería aumenta su diámetro a 600 mm para pasar bajo una cochera, pero inmediatamente después se reduce violentamente de nuevo a 450 mm. En hidráulica, esto es un error garrafal. Imagine intentar desaguar una piscina por una manguera a la que le ha puesto un embudo gigante y luego le aplasta la salida. El agua se acumula, la presión aumenta y busca desesperadamente una salida.
La explosión que se pudo predecir

Esa salida fue, literalmente, explosiva. La presión del agua, atrapada en la tubería, levantó la tapa de un pozo de inspección y buscó escape por el camino de menor resistencia. El agua se filtró con fuerza entre el asfalto nuevo y la base antigua, separándolos como si fueran dos hojas de papel. El resultado fue el colapso que todos vieron: el asfalto se desintegró porque el agua lo despegó desde abajo.
Lecciones y soluciones indispensables
Este caso no es solo un desperfecto a reparar; es una lección que debe llevar a una auditoría de los procedimientos. Para evitar que esto se repita, se requiere:

- Transparencia técnica: La municipalidad debe hacer públicos los estudios hidrológicos que justifiquen el uso de tuberías de 450 mm. Existe una normativa municipal que para vías como esta exige un diámetro mínimo de 800 mm. ¿Por qué no se cumplió?
- Rectificación urgente: No basta con parchar el hueco. Hay que construir todo el sistema de drenaje superficial que nunca se hizo (cunetas y tragantes) y muy probablemente rehacer el sistema de tuberías subterráneas con diámetros adecuados.
- Supervisión rigurosa: La ciudadanía tiene derecho a exigir que las obras se ejecuten siguiendo la secuencia correcta y la normativa. El rol de vigilancia de las municipalidades es insustituible.


Como ciudadanos e ingenieros, debemos demandar que la técnica prevalezca sobre la prisa o la omisión. Una calle no es solo una capa de asfalto; es un sistema de ingeniería complejo. Cuando se ignora esta complejidad, el agua, tarde o temprano, siempre se encarga de recordárnoslo. Y el costo de ese recordatorio lo pagamos todos.
De mi parte pongo a disposición mis conocimientos sobre este y otros temas en lo que pueda colaborar con mi cantón.
mi portón está inmediatamente 25 m hacia abajo de esta falla, en la curva, al haber eliminado las cunetas que por tantos años habían funcionado en estos fuertes inviernos, el agua viene con toda la fuerza y se estrella contra mi portón acumulando piedras del asfalto deshecho, barro palos etc. de manera que no podemos abrir en ocasiones.
Siempre comentamos con los empleados que estaban trabajando en la calle y ellos decían, son órdenes de arriba el construir esa tubería subterránea y eliminar las cunetas.
Ahora quien se hace responsable de ésto?
Consulto ¿ya reportaron la situación a la municipalidad?