El descontento político y el desencanto democrático – Desafíos en las elecciones del 2026

Jorge Polinaris Vargas, politólogo, ex Ministro de Planificación Nacional y Director Ejecutivo del Observatorio Humanista Cristiano del Desarrollo.

Lo verdaderamente importante de estas elecciones: oportunismo o visión de Estado

La misión esencial del Observatorio Humanista Cristiano del Desarrollo consiste en hacer diagnósticos y lecturas objetivas de la realidad, con el fin de generar opiniones y tender puentes entre los actores sociales que contribuyan a gestar una gobernabilidad democrática avanzada, que teniendo como objetivos el bien común, la dignidad de la persona humana y la solidaridad, sea generadora de propuestas de políticas públicas capaces de transformar y resolver los factores causantes de los desequilibrios, rezagos y desigualdades económicas, sociales ambientales e ineficiencias institucionales, que laceran los fundamentos y credibilidad del sistema democrático provocando el descontento político y el desencanto democrático.

Ese descontento y desencanto han crecido peligrosamente entre nuestra población durante las últimas tres décadas, lo cual es una preocupación central de este Observatorio, porque sus alcances negativos afectan las raíces mismas de la gobernabilidad democrática y del sistema republicano y tienden forjar movimientos políticos que propenden hacia el autoritarismo y el populismo de derecha y de izquierda. Este proceso electoral abierto oficialmente el 1 de octubre y que culmina el domingo 1 de febrero del 2026, no es ni debe ser un proceso electoral más.

Nos proponemos observar, analizar y escuchar a los veinte partidos políticos inscritos disputando la Presidencia de la República, para determinar si sus propuestas se enmarcan dentro de una visión oportunista y electorera, del menor riesgo posible, limitándose a proponer mejoras acerca de la administración y operación en la prestación de bienes y servicios de los ministerios e instituciones del Estado o tienen la voluntad política de gestar un plan de gobierno con visión de Estado que resuelva los desajustes estructurales que tienen 30 años de rezago generadores del descontento político y desencanto con el sistema democrático.  

Lo verdaderamente importante de los partidos políticos hoy es su visión prospectiva, su visión de futuro, ante el desafío de pensar y forjar una Costa Rica competitiva, segura, solidaria, ambientalmente sostenible e institucionalmente moderna y eficiente, que resuelva y supere los factores estructurales causantes del descontento político y del desencanto democrático, con el fin de atender las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, para que nuestra juventud encuentre el espacio propicio para desarrollar con esperanza su proyecto de vida y que con su participación ciudadana activa fortalezca la gobernabilidad democrática.

La construcción de una visión estratégica de futuro, necesariamente concertada de forma democrática, pasa por mejorar las estructuras de nuestro modelo de nacional de desarrollo con bases sólidas cimentadas en la libertad, propuesta inspirada en el  pensamiento de Amartya Sen, premio Nobel de Economía, en virtud de la importancia que tiene mejorar las libertades fundamentales de la persona -sociales, económicas y políticas- para el enriquecimiento de la vida humana, que no es otra cosa que incrementar sus capacidades como personas dignas, libres y solidarias dentro de nuestro sistema democrático. “Cuando las cosas van bien y todo el mundo se encuentra habitualmente bien, es posible que no se eche mucho de menos este papel de la democracia, pero cuando las cosas se complican por una u otra razón nos damos cuenta de lo que vale”, sentencia Amartya Sen en su obra “Desarrollo y Libertad” publicada en 1999.

Un buen antecedente y un punto de partida: la Concertación Nacional de 1998. ¿Será posible que se mantengan en el 2025 las razones que justificaron su convocatoria?

Durante la Administración del Presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría 1998-2002, se gestó el proyecto de Concertación Nacional, constituyéndose en el esfuerzo más serio del país hasta la fecha, con el objetivo de redefinir la gobernabilidad democrática mediante la participación y el consenso, en un momento de creciente fragmentación política y pérdida de confianza en el sistema político costarricense. El foro Nacional de concertación lo integraron 79 representantes de 26 sectores.  El proceso fue coordinado por Danilo Chaverri Soto, inteligente y claro defensor del sistema democrático y republicano, primero como Ministro de Planificación Nacional y Política Económica, donde se organizó la Secretaría Técnica de la Concertación Nacional, y luego como Ministro de la Presidencia.

La Concertación tuvo como objetivo construir acuerdos a través del diálogo y negociaciones entre el gobierno, partidos políticos, iglesias, universidades y organizaciones estudiantiles, sectores empresariales y sectores sociales, entre otros, en torno a las reformas estructurales que el país necesitaba, con el fin de atender desafíos para garantizar la equidad social, mejorar la eficiencia económica e institucional y avanzar hacia la estabilidad democrática. Ciertamente, los acuerdos aprobados fueron pocos pero importantes como la Ley Integral para la Persona Adulta Mayor, la Ley de Protección al Trabajador,  Ley de Paternidad Responsable, la creación del Ministerio de la Condición de la Mujer (INAMU elevado a rango ministerial), etc.

Este proceso de Concertación fue complementado con proyectos convertidos en leyes para ajustar estructuras políticas y mejorar la gobernabilidad como la modificación del párrafo segundo del artículo11 de la Constitución Política estableciendo la obligatoriedad de la evaluación y la rendición de cuentas y la Ley No. 8131 de Administración Financiera y Presupuestos Públicos que permitía hacerla realidad; Ley de Ética y Transparencia en la Función Pública. Entre otros proyectos significativos no fueron aprobados el proyecto de reforma constitucional para instaurar un régimen semi-parlamentario y el proyecto de reforma constitucional para permitir ajustes institucionales por administración.

A pesar de los esfuerzos de la Concertación Nacional y de la exigencia presidencial de cumplir la misión fundacional y objetivos de ministerios e instituciones,  en términos realistas no se pudo avanzar más como consecuencia de un cuadro de factores de ingobernabilidad que se originaba en la polarización político-ideológica expresamente confrontativa producto de los intereses de algunos partidos políticos radicales, de otros promotores del estatismo al que se sumaban sectores empresariales que lograron beneficios tributarios privilegiados, exenciones, subsidios bancarios, etc., de una conflictividad social creciente demandante de bienes y servicios públicos, de demandas multisectoriales insatisfechas como las del sector agropecuario y del cierre de los programas de políticas industriales nacionales, de la carencia de recursos para cubrir instituciones sociales creadas sin los ingresos fiscales necesarios.

Este cuadro de factores de ingobernabilidad se extendía y agudizaba por un Poder Ejecutivo con un déficit fiscal anual creciente y constante, por el incremento del gasto tributario (que incluye exoneraciones, deducciones y beneficios fiscales) que alcanzó cifras cercanas al 5% del PIB, por la cobertura de las inversiones públicas con deuda externa, de un sector público con regímenes salariales y de pensiones diferenciados incluso según poderes con incentivos y beneficios insostenibles, un modelo “nacional” de desarrollo que se concentró en la región Central excluyendo de sus beneficios a las regiones periféricas, de un régimen de partidos con promesas electorales incumplidas, así como por debilidades e ineficiencia en la gestión de la Asamblea Legislativa y del Poder Judicial, etc.

En esencia, se bloquearon las posibilidades de corregir y mejorar las estructuras económicas, sociales y políticas del modelo de desarrollo ajustadas durante las décadas de los años ochenta y noventa. Se bloquearon temas muy sensibles para mantener el “estado de cosas” inalterado, generando protestas pero no diálogos constructivos ni propuestas: se trataba de una visión conservadora, inclusive propuestas por los más radicales, para salvaguardar los intereses de diversos actores sociales independientemente de si crecía o no  el descontento político y el desencanto democrático.

¿Coincidencias o continuidad histórica?

Ese cuadro de ingobernabilidad es también el producto, por acción u omisión, de la gestión de los partidos políticos que no tuvieron la capacidad, el interés ni la voluntad para corregir los desajustes estructurales, que se convertían en necesidades insatisfechas de los ciudadanos y sus organizaciones, cuadro que se mantenía en el tiempo y que originaba desconfianza y descontento creciente. Al mismo tiempo, ese modelo de desarrollo había demostrado virtudes y logros que también había que conservar, sostener y mejorar, lo cual tampoco se realizó

Podríamos preguntarnos si este escenario político crítico del periodo 1998-2002, que enfrentó la Administración Rodríguez Echeverría, que denominamos cuadro de factores conducentes a la ingobernabilidad, tiene algún parecido o es coincidente con el que vivimos en el año 2025, lo que podría revelar una continuidad de la  fragmentación política y pérdida de confianza en el sistema político costarricense, que no se ha podido o no se ha querido resolver en un cuarto de siglo, lo cual podría originar y explicar que al no resolverse sectores de la plutocracia costarricense con su influencia en los partidos políticos y poderes, se han orientado por mantener el “status quo” promoviendo programas de gobierno que se plantean mejoras administrativas pero no los ajustes estructurales que deben contribuir a eliminar los factores causales del descontento político y el desencanto democrático.

La respuesta  podría ser considerada como una guía para comprender si los partidos políticos pretenden dar respuestas de fondo  a cómo resolver los ajustes estructurales que necesita el modelo de desarrollo o están por una propuesta sobre mejoras en la administración y operación de las instituciones. Ello nos obliga a preguntarnos en esta coyuntura electoral del 2026, quién realmente ha gobernado y detentado el poder en Costa Rica durante los últimos treinta años.

Del descontento político al desencanto democrático:

El descontento político expresa la insatisfacción de una mayoría significativa de costarricenses con los resultados del funcionamiento del sistema democrático, el cual no responde ni atiende sus expectativas y necesidades. El descontento político no implica, necesariamente, el rechazo hacia el sistema democrático, pero se expresa con fuertes críticas a los dirigentes de los partidos políticos, a sus diputados y a los mismos partidos políticos, así como a representantes de los poderes del Estado, y les cobran su desinterés e incapacidad para proponer reformas correctivas necesarias, así como por la posición conservadora de mantener el “estado de cosas” del cual usufructúan.

El descontento político se origina al observar el ciudadano desigualdades territoriales constantes que también son sociales, el clientelismo político (intercambios de favores y prebendas entre políticos y actores privados), el incumplimiento de promesas de campaña, no convertir sus necesidades en banderas políticas ni convertir estas en propuestas de gobierno, la lentitud e inoperancia de la Asamblea Legislativa en particular para levantar agendas de desarrollo y de ajustes estructurales, la corrupción en los poderes e instituciones y políticas públicas divorciadas de su misión y objetivos institucionales. En resumen, el descontento implica un malestar con el desempeño, pero continúa manteniendo la fe en la democracia como ideal.

De la encuesta presentada por Mario Quirós el 19 de setiembre de 2025, en el aparte “Percepción ciudadana sobre instituciones y su trabajo”, resumimos un cuadro descriptivo que refleja la significativa desconfianza ciudadana al mes de setiembre de 2025, sobre el quehacer de los actores e instituciones fundamentales del sistema democrático y republicano. Tal como se puede observar, este cuadro es una clara manifestación del descontento ciudadano, en primer lugar, acerca de los principales poderes del Estado responsables de la gobernabilidad y de la conducción y orientación de la sociedad. Aquí no se trata de las más de dos centenares de ministerios e instituciones prestadoras de bienes y servicios, con excepción de la empresa privada, universidades, el ICE y la CCSS.

Esa marcada desconfianza como descontento político puede ser la antesala para dar pasos hacia el desencanto, lo que implicaría una ruptura con el sistema político democrático.

En la encuesta del CIEP-UCR del mes de setiembre del 2025: se confirman los siguientes resultados, que se pueden considerar “facturas ciudadanas a cobrar” “…contra la élite tradicional y responden a un clima de polarización social que respalda un cambio en las élites gobernantes.”, que son un producto natural del descontento político.

  • 87,6% de las personas encuestadas señalan que se encuentran muy de acuerdo y de acuerdo en que decidirán su voto para “Quitar el poder a los de siempre”.
  • 85,1% señala estar muy de acuerdo y de acuerdo con que el voto será para “Devolver el poder al pueblo”.
  • 86,6% de las personas encuestadas señalan que se encuentran muy de acuerdo y de acuerdo en que decidirán su voto para “Cambiar la Asamblea Legislativa”.
  • 76,0% de las personas encuestadas señalan que sería para “Cambiar la Constitución Política”.
  • 80,7% de las personas se manifiesta favorable a la afirmación de que su voto será para “Apoyar a nuevos liderazgos o partidos”

El desencanto democrático con el sistema político afecta los pilares esenciales del sistema democrático republicano, en virtud de una profunda pérdida de confianza en los actores tradicionales: representantes de sectores sociales, las instituciones y poderes del Estado y, sobre todo, en la desconfianza creciente en la política, los partidos políticos y sus representantes, lo cual abre la puerta a la consideración de soluciones autoritarias. En Costa Rica significa que, aun manteniéndose instituciones formales sólidas, un sector creciente de la población se muestra apático, escéptico o dispuesto a aceptar vías de fuerza o autoritarios para resolver problemas públicos.

El desencanto ciudadano expresa un malestar que implica la pérdida de la confianza en la democracia como régimen político y se convierte en abandono de la participación política. Se expresa también como aquel ciudadano desilusionado y sin fe en los alcances y virtudes del sistema democrático, lo cual abre las puertas a los populismos de derecha e izquierda, y también abre las puertas como formas de oportunismo político al eclecticismo ideológico en los partidos políticos, e inclusive conduce a la transformación de algunos o al surgimiento de los nuevos taxi – partidos. Datos del abstencionismo son reveladores del desencanto democrático:

  • 1990–1994: Abstencionismo bajo, promedio del 18,7%. La democracia gozaba de alta legitimidad tras la consolidación del bipartidismo.
  • 1998–2006: Salto hacia el 30–35%. Coincide con el desgaste del bipartidismo y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas.
  • 2010–2018: Se mantiene estable en torno al 32–34%, reflejando un descontento persistente pero sin ruptura total.
  • 2022: Supera el 40%, el nivel más alto en la historia reciente, lo que ya apunta a síntomas de desencanto democrático

Resulta del mayor interés resaltar que durante las elecciones presidenciales del 2022 participaron 25 partidos políticos, la cifra más alta en una contienda electoral, y en la cual el abstencionismo fue del 40,29% del electorado nacional en la primera vuelta. En la segunda vuelta el abstencionismo sube al 43,21% y la participación disminuye al 56,79%

En la encuesta del CIEP-UCR del mes de setiembre del 2025, las personas indecisas para las elecciones presidenciales representan el 57%, resultado que es “…4 puntos porcentuales más alto que el reportado cuatro años antes (54%), en agosto del 2021.” Lo que le permite concluir al CIEP-UCR una probable mayor fragmentación en la Asamblea Legislativa.

La situación es más crítica con los datos de la intención de voto para la elección de diputaciones, ya que el nivel de indecisos representa el 70%, probablemente como consecuencia del desprestigio y la desconfianza ciudadana sobre los diputados y la Asamblea Legislativa como antes señalamos.

El descontento y desencanto en el tiempo: las advertencias del Estado de la Nación

¿Desde cuándo, cómo y por qué han surgido estos procesos de descontento y desencanto? El Estado de la Nación ha documentado la respuesta a estas preguntas. En el Informe No. 30 presentado en el mes de noviembre del 2024, nos previene de que Costa Rica se encuentra hoy en una compleja y peligrosa coyuntura en la cual se podrían “desestabilizar logros históricos de su desarrollo humano sostenible y de su democracia”, por condiciones originadas y acumuladas durante los últimos 30 años,  que no han resuelto ese mismo cuadro de factores conducentes a la ingobernabilidad, que antes describimos,

Nos recuerda, que desde el Informe No. 20 del año 2014, se advirtió sobre tres hechos que han afectado la gobernabilidad democrática y el desarrollo sostenible los cuales han trascendido hasta el día de hoy: 1. sobre un desgaste en los fundamentos del estilo de desarrollo nacional que se implantó en los años noventa, 2. el nuevo tránsito que inicia el país por una época nueva e incierta y, 3. el agrietamiento del contrato social costarricense que incide en particular sobre los sectores populares y la creciente clase media.

Esas advertencias cobran mayor importancia cuando también surge el gran desafío de mejorar y mantener las fortalezas del modelo, con mayor razón cuando los grandes actores del sistema: partidos políticos, diputados, representantes de los sectores económicos, académicos y otros, no lograron concertar durante varias décadas la construcción de propuestas con visión de futuro para relanzar el modelo de desarrollo y tampoco construyeron los correctivos y mejoras que deben aplicarse para corregir debilidades y vacíos del modelo ante los nuevos desafíos de una realidad vertiginosamente cambiante.

Ante las decisiones de los pocos pero poderosos actores políticos que se orientan a mantener el “estado de cosas”, en los sectores mayoritarios de la población y en los territorios en que se concentran las desigualdades sociales, surge con raíces profundas el desencanto ciudadano con el modelo de desarrollo que no convierte sus necesidades en banderas y estas en proyectos en el sistema institucional y tampoco siembra esperanzas. El desencanto político se convierte en una pérdida de confianza profunda y prolongada en la política, las instituciones y los actores tradicionales, expresado en desilusión, apatía y abandono de la participación electoral y cívica.

Los actores del sistema político, los partidos políticos y sus fracciones parlamentarias durante varias décadas no tuvieron la capacidad de forjar propuestas ni la de crear acuerdos políticos, aunque hubo intentos infructuosos en gobiernos antes y después de la Concertación Nacional, surgiendo la evolución creciente de la desconfianza y del descontento hacia los partidos.

Según la encuesta del ICEP-UCR del mes de setiembre en “..esta coyuntura, el 81% de las personas consultadas indica no tener simpatía partidaria y el 19% restante sí indica tener vínculos con alguna agrupación política”. Resulta válido suponer que no parece casual sino que podría ser intencional el debilitamiento coincidente de los partidos políticos como el PLN y el PUSC que fueron perdiendo sus centros de estudio de la realidad nacional y territorial, que fueron perdiendo la organización y los estudios sectoriales, y sobre todo, fueron perdiendo sus centros de formación política e ideológica a la juventud.

La política costarricense parece un pollo sin cabeza

Jorge Vargas Cullel,  juiciosamente manifestaba en su columna en el diario La Nación el 31 de mayo de 2023, que “…la política costarricense parece un pollo sin cabeza. Deambula por aquí y por allá, pero, en definitiva, no va hacia ningún lado. Le faltan discusiones a fondo sobre una visión a largo plazo del país y el brete de crear los acuerdos políticos que hagan factible la ruta para alcanzarla. Se queda en los agites de la coyuntura, en acciones aisladas, deshilachadas.”

El Informe del Estado de la Nación del 2024, precisa una tensión fundamental del sistema político actual que “…no ha sido capaz de reformar o redefinir el estilo de desarrollo nacional, para conciliar los objetivos de progreso social y económico con los de la sostenibilidad fiscal y ambiental.” “…En los treinta años que atestigua este Informe, ningún movimiento político ha logrado liderar y ejecutar un proyecto capaz de resolver dicha tensión. Esta es la principal deuda de los actores políticos en la democracia costarricense del siglo XX”.

“Una “democratización de la democracia” con partidos colapsados e incapaces para hacer cumplir los mandatos constitucionales y legales convive hoy con una profunda crisis de representación política. Su signo más visible es el desalineamiento político de la ciudadanía: a inicios de 2024, la inmensa mayoría de las personas no se declara simpatizante de ninguna agrupación política…Aunado a lo anterior, la participación electoral se redujo en casi veinte puntos porcentuales entre 1994 y 2022, de más de 80% en el primer año a alrededor del 60% en el segundo, en particular por una importante retirada de las urnas por parte de las clases medias (PEN, 2022). Esta crisis ha debilitado, a su vez, la capacidad del sistema político de realizar entregas de bienestar y resolver los grandes desafíos del desarrollo humano…”

Las elecciones del 2022 y el cuadro de factores de ingobernabilidad

Para elecciones del año 2022, la mayoría de los partidos políticos presentaron propuestas para corregir temas de la administración y operación del sistema institucional, pero omitieron la necesidad de realizar ajustes en las estructuras del sistema político. Desde ese entonces, entre otros factores, Rodrigo Chaves levanta su narrativa contra los partidos y los poderes del Estado por su incapacidad para corregir el cuadro de factores causantes de la ingobernabilidad y amparado en un discurso crítico antisistema capitaliza el descontento ciudadano, proponiendo la necesidad de mantener una continuidad gubernamental y de una mayoría parlamentaria para reformar el Estado y la Constitución Política. Ello coadyuva a explicar el por qué está en una posición de liderazgo en las encuestas nacionales, y también la candidata del partido oficialista.

Breves conclusiones de esta cuarta entrega:

  1. Existe una deuda con la niñez y la juventud para que puedan desarrollar en el futuro su proyecto de vida con dignidad de forma sostenible, y ello obliga a los actores políticos y sociales a negociar y concertar los ajustes estructurales que tienen 30 años de rezago.
  2. Resulta evidente la necesidad de que surjan partidos políticos permanentes modernos, o de la transformación de aquellos que quieran avanzar, con visión de futuro, con centros de estudio y de análisis permanentes de la realidad nacional, territorial y sectorial, y forjadores de una juventud con formación política e ideológica. Hoy las fracciones parlamentarias están desconectadas de sus partidos y ninguno tiene lecturas ni programas comunes para resolver las necesidades de personas y organizaciones.
  3. Deben revisarse las políticas que prohíben la rendición de cuentas en los periodos electorales, como un hecho de madurez necesario para fortalecer la gobernabilidad. 30 años acumulando rezagos tan significativos obliga a realizar un alto en el camino cuando los partidos participantes y el gobierno de turno no rinden cuentas de sus acciones y omisiones en el momento más importante: cuando supuestamente los partidos le están ofreciendo a los ciudadanos una hoja de ruta, un proyecto de arquitectura de la sociedad y del Estado y una visión prospectiva para enfrentar los desafíos del futuro.
  4. Observamos un fenómeno preocupante: la mayoría de partidos dan vueltas en círculo retocando sus viejos esquemas, validando la expresión de que la política costarricense parece un pollo sin cabeza. ¿Cuál va a ser la respuesta de los seguidores de los partidos de oposición? ¿Convertir su voto en un voto utilitario o dejarán que el chavismo continué su carrera ascendente? En próximas entregas abordaremos estos y otros temas.

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