Eliza Izaguirre
Tu partida me ha dejado una estaca en el corazón, un vacío que, obviamente, es muy difícil de llenar. Tu ausencia me ha golpeado muy duro, pero confío en Dios en que algún día estaremos juntos de nuevo, junto con toda nuestra familia.
Quiero darte las gracias porque luchaste por mí, luchaste para que yo naciera, a pesar de que era riesgoso para tu vida. Siempre hiciste lo máximo que pudiste, con todas tus fuerzas, para ayudarme y guiarme en esta vida. Con los años, uno como hijo comete errores, y me siento mal por eso.
Hubo cosas que debieron haberse corregido y no se hicieron, pero también di lo mejor de mí en ciertos momentos, porque te amo mucho y te extraño. Siempre esperaré el momento en que nos volvamos a unir, cuando el Señor todopoderoso, en su misericordia, así lo quiera. Que el Padre misericordioso me conceda su bondad por todo aquello que no cumplí como hijo, pero también por las cosas que sí hice bien. Que Dios tenga misericordia y bondad para con nosotros.
Tus enseñanzas, tu amor por la naturaleza—especialmente por los animales—y tu servicio público, ayudando a tantas vidas humanas durante tu tiempo en la Cruz Roja, son dignos de admiración e imitación. Pero ponerme en tu lugar es imposible; yo nunca podré estar a tu nivel. Sin embargo, me siento orgulloso de haber sido tu hijo, al igual que me siento completamente orgulloso de otros miembros de nuestra familia.
Gracias por todo lo que me diste en la vida. Al final, la vida se nos complicó, pero dimos lo mejor que podíamos por tu bien. Gracias por luchar por mí, aun cuando los médicos decían que no iba a nacer vivo, y tú hiciste todo lo posible para que yo naciera. Bendita seas, y que en la eternidad nos encontremos algún día.
Te amo, te extraño. Bendita sea la hora en que me diste a luz, y doy gracias al Padre eterno y a su Hijo Jesús por toda la bondad que tuvo para con nosotros. Bendito sea el nombre de Dios. Te extrañaré siempre, mamá. Te amo y te quiero.
— Joaquín Aguilar Barquero (Eliza Izaguirre)