La Farsa de las Inspecciones: Un Colegio que oculta sus cicatrices

Crónica de una visita falsa:
Por: «Estudiante Indignado»
Colegio Técnico Profesional Ing. Mario Quirós Sasso
Fecha: 16 y 17 de octubre de 2025

En un pueblo como el nuestro, La Unión, donde la educación debería ser el faro de la esperanza, se desató una tormenta de indignación tras la visita del Ministerio de Salud al Colegio Técnico Profesional Ing. Mario Quirós Sasso. ¿Qué esperábamos? Una revisión profunda, un escrutinio real de las condiciones que afectan a cientos de estudiantes. Pero no, lo que vimos fue una comedia bien ensayada, donde las autoridades se conformaron con lo superficial, dejando al descubierto la hipocresía que permea nuestras instituciones. Como estudiante o habitante de este rincón olvidado, no puedo sino sentir una rabia contenida: ¿por qué seguimos permitiendo que nos vendan humo en lugar de soluciones?

El inspector, llegó con su lista de preguntas. «¿Cómo están las canoas?», inquirió, refiriéndose a las instalaciones sanitarias. Pero, ¿llegó realmente a inspeccionarlas? No. Su recorrido se limitó a las áreas «convenientes», esos rincones pintados y ordenados que el colegio exhibe como trofeos. Los pasillos oscuros, donde el deterioro es inminente, quedaron fuera de su vista. Los talleres, esos espacios donde los estudiantes fueron ignorados. ¿Acaso no sabe que ahí se esconden los riesgos reales: grietas en las paredes, cables expuestos, y un ambiente que grita por atención? Es indignante pensar que un inspector, enviado para proteger la salud, se conforma con una fachada. El tendrá la culpa. ¿Qué pasa con los estudiantes que transitan esos corredores todos los días, algunos en sillas especiales, forcejeando con escaleras empinadas en la entrada principal? Esa realidad, la de la mayoría silenciosa, no fue vista. Porque, admitámoslo, esos estudiantes son minoría, no tienen voz fuerte, solo siguen a las masas en un sistema que los margina aún más.

La indignación se multiplicó con las visitas de autoridades del Ministerio de Educación Pública (MEP) y de Casa Presidencial, esa misma semana. El director, con una precisión quirúrgica, cerró el portón principal y guio a la comitiva por la parte trasera todos los vehículos son parqueados en el polideportivo del colegio. Cada autoridad ingresa por la zona «nueva», no tan reluciente pero funcional. Ahí, la biblioteca brilla con pintura fresca y ladrillos bien marcados en gris, se aprecia un lado visible del comedor donde exhibe oficinas en el segundo piso muy elegantes que parecen sacadas de un catálogo. Pero, ¿dónde está la dirección real del colegio? En el otro extremo de la propiedad, lejos del parqueo glamuroso, donde los estudiantes entran diariamente por una entrada hostil, llena de barreras para quienes no caminan con facilidad. Ninguna autoridad se detuvo a preguntar: «¿Qué hay más allá? ¿Por qué no vemos la entrada principal?». En cambio, fueron recibidos con las mejores galas, alimentos exquisitos y aire acondicionado que contrastaba con el calor sofocante de las aulas reales. En caso de emergencia, una salida inmediata por el portón posterior, todo calculado al milímetro. Los altos funcionarios se fueron con una impresión «muy grande» de la institución, convencidos de que todo marcha bien.
Lástima que no llego el señor Ministro de Educación, ¿Cómo no indignarse ante esta manipulación? Ese día, el colegio se transformó en un teatro: nadie debía llegar a esas zonas, el silencio reinó, los baños problemáticos quedaron olvidados, y hasta el vapeo – esa plaga de drogas que acecha a los jóvenes– pareció desaparecer. ¿Dónde estaban esos estudiantes que, en días normales, venden sus productos en los rincones oscuros? No convocados, no presentes. Una farsa que deja un sabor amargo en la boca de quienes vivimos esto diariamente.

Pero esta tragedia no es exclusiva de nuestro colegio; es un espejo de lo que ocurre a nivel nacional. Enciendan la televisión y verán: la delincuencia se actualiza, evoluciona, mientras las autoridades van un paso atrás. ¿Por qué seguimos reaccionando en lugar de prevenir? ¿Por qué permitimos que las visitas sean espectáculos en lugar de oportunidades reales para el cambio? Como pueblo indignado, como estudiante que ha visto las grietas reales, exijo soluciones concretas: inspecciones integrales, no superficiales; inclusión para todos, no solo para las minorías visibles; y un compromiso genuino con la educación que no se limite a fotos para redes sociales. Es hora de que las voces silenciadas se escuchen, antes de que sea demasiado tarde. ¿Cuántos más deben sufrir en silencio?

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