Desde el viejo sillón celeste

  • Escrita en noviembre del 2021

Por: Jonathan Jiménez Flores. periodista@cronicasdelaunion.com

Mi abuela, la niña Olga, vivía en el centro de Tres Ríos en La Unión de Cartago a 50 mts del parque. En el corredor de la casa había un sillón que daba vista al jardín y a la acera, y desde allí, se podía observar el ir y venir de las personas.

Cuando yo tenía 11 años, una de las actividades que más me gustaba hacer cuando la visitaba era ver a quiénes pasaban. Desde el viejo sillón celeste y a través de las rejas del muro de la casa podía ver a gente tan diversa, desde el señor que vendía aguacate maduro, hasta las personas que pasaban saludando a mi abuela. Pero, entre todas ellas había una en particular que llamaba mi atención: Henry.



Henry Martinez Hernández atleta vecino de Tres Ríos, La Unión. Fotografía: Jonathan Jiménez Flores

Henry Martinez Hernández es una persona ciega desde los 2 años de edad, a los 8 años entró a la Escuela Central de Tres Ríos. Yo lo veía pasar junto con su mamá Alexandra Hernández, y lo que más me llamaba la atención era que él era capaz de saber exactamente dónde estaba la casa de mi abuela. Incluso la mayoría de veces pasaba saludando. A esa edad siempre me preguntaba: ¿cómo hace para ubicarse si no puede ver?

Pasaron los años y, conforme íbamos creciendo, era normal toparse con Henry en Tres Ríos. Por mucho tiempo seguí teniendo más preguntas sobre cómo sería la vida de este mae, cómo hace para estudiar, cómo sabe en cuál parada se debería bajar… 

Hoy, Henry tiene 26 años*, es antropólogo graduado de la UCR y forma parte de la selección de surf adaptado de Costa Rica. Sí, Henry surfea a ciegas. Cuando lo supe otra vez volvieron las preguntas; sin embargo, esta vez decidí hablar con Henry y preguntarle.

La primera vez que hablamos fue en el gimnasio Under Gym en Tres Ríos, en ese momento Henry se preparaba para el mundial ISA Parasurfing 2021 en Pismo Beach California. Con el cerro de La Carpintera de fondo, él entrenaba con total normalidad como cualquier otro atleta, junto a su entrenador personal Adrián Sánchez, acompañado de vez en cuando por alguna mirada curiosa.

Al salir juntos del gimnasio, me asombró la manera en la que bajó unas 40 gradas, como sabía dónde estaba exactamente la averiada línea del tren y cuál era la ruta para llegar a su casa. Ahí entendí: Henry tiene una destreza increíble para comprender su entorno y poder movilizarse de forma segura. Pero aún tenía preguntas: ¿cómo hace para entrar al mar si no ve las olas cuando vienen hacia él? 

La segunda vez que vi a Henry fue en las playas de Jacó, allí además conocí a Maikel Venegas, entrenador de la selección de surf adaptado. Era cerca del medio día y habían terminado la sesión de entrenamiento de la mañana, por lo que tuvimos que esperar en la casa de Maikel a que fueran las 4 de la tarde, para la segunda sesión de trabajo.

Acostados en unas hamacas, rodeados de tablas de surf y bajo un aguacero tuve la oportunidad de hacer todas las preguntas que tenía para Henry.

¿Y cómo fue que empezó usted con esta vara del surf?

Me invitaron a un evento gratuito, recreativo… Agarré la primera ola y me puse de pie. A los días me llamó Gustavo Corrales (director de la selección de surf adaptado), y me dijo que no tenían a una persona ciega y que iban a competir en un mundial en 4 meses. Me habían visto en un video. 

Después, hablando con Nati y Juan Manuel Camacho (atletas de la selección de surf adaptado), me hablaron de fundar una asociación  que tuviera un enfoque más social, que no fuera solo competir. Me dijeron: ‘hagamos terapia con niños con discapacidad, hagamos campamentos’. Y yo dije: Sí eso, me suena más. 

Por eso hablé con Gustavo y le dije: “Vea, esta es mi propuesta. Si es de esta forma, estoy dentro.” Ahora, nosotros hacemos clínicas, cubrimos a los instructores. Hemos recibido chicos de cuidados paliativos del Hospital de Niños y es demasiado lindo, porque es como sacarlos de esa idea de que sanar algo es solo estar en un consultorio.

La primera vez que Henry concursó en un mundial adaptado fue en el año 2017, con solo 4 meses de experiencia en surfing. En ese momento, no se sentía de la mejor manera.

“Ya para los siguientes mundiales yo me sentía más preparado, ya con los años las cosas cambian ya aprende uno a confiar en uno mismo”

A las 4 de la tarde volvimos a bajar a Jacó con la idea de poder lograr el entrenamiento de Henry en el mar, pero las olas no estaban en condiciones, así que Maikel sacó unas sillas playeras y nos sentamos a conversar mientras caía el atardecer.

Henry junto a su entrenador Maikel Venegas en playa Jacó, Garabito Fotografía: Jonathan Jiménez Flores.

Al día siguiente nos levantamos temprano. Con la misma destreza de una persona que puede ver, o mucho mejor, Henry preparó huevos revueltos para el desayuno. Maikel montó las tablas al carro y nos fuimos a la playa.

Eran cerca de las 7 de la mañana, el sol apenas se asomada en la playa y, después de unas cuantas fotos, Henry se dispuso a realizar sus ejercicios de calentamiento junto con su entrenador.

Maikel se convierte en sus ojos dentro del mar. Cada vez que una ola se acerca, Maikel le avisa a Henry para que pudiera hacer la tortuga. Básicamente, es una técnica que consiste en sumergirse y darse la vuelta completamente para atravesar las olas más cercanas a la orilla. Una vez dentro del mar, Henry toma posición para agarrar la ola. Maikel le indica la dirección, y comienza a remar. En un abrir y cerrar de ojos se pone de pie sobre su tabla y comienza a surfear. Mientras tanto yo, a través del lente de mi cámara y con el disparador hasta el fondo, lo veía y no lo podía creer. 

Estuvieron alrededor de 1 hora practicando. En ocasiones Henry se caía de la tabla pero se volvía a montar y comenzaba a buscar la siguiente. Si cualquier persona viera a Henry desde la orilla, dudaría de que tiene una discapacidad visual.

Henry salió del mar y yo no cabía de la emoción de ser testigo de lo que había pasado. Una vez más logré verlo haciendo lo que para muchos no tiene lógica y, a diferencia de cuando era niño, ya entendía un poco el cómo lo hace.

Henry me ha enseñado a lo largo de los años que aunque las limitaciones son reales, ya sean físicas o mentales, y que aunque muchas veces son impuestas por nuestra misma sociedad, si tenemos la actitud correcta y el acompañamiento adecuado esos límites se pueden superar. Que sentir miedo es normal, como cuando va sobre una ola y siente que va a golpear a alguien. Además, me ha enseñado lo importante que es pedir ayuda. Desde que lo recuerdo, Henry siempre ha tenido una persona a su lado para guiarlo si es necesario. En la niñez su mamá, en el gimnasio Andrés, en el mar Maikel, en un bar un compa; pero a pesar de este acompañamiento es impresionante lo independiente que es.

Al final de cuentas, me atreví y le pregunté cómo reconocía la casa de mi abuela. Henry lo sabía porque, cuando iba a la escuela, con su mano tocaba las rejas de las casas en el camino. Llegó un momento en que era capaz de saber que la casa con verjas de tubo cuadrado eran la de la casa de la niña Olga. Lo que hasta hace poco se dio cuenta fue que cuando pasaba por ahí saludando, yo estaba desde el viejo sillón celeste preguntándome cómo lo hacía.

*: Actualmente Henry tiene 27 años. 

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