Denunciar la corrupción

Philippe Quesada Jassoud.
Gran Maestro de la Gran Logia de Costa Rica.

Con estupor hemos observado en los últimos meses y más recientemente en los últimos días, algunos acontecimientos que deben obligarnos a hacer una pausa para preguntarnos ¿qué está pasando en nuestro país? Hemos visto, a través de los distintos medios de prensa, una serie de acontecimientos relacionados a crimen organizado y cuyos efectos son nefastos para el desarrollo de cualquier nación.

La Masonería, como una Orden que busca el perfeccionamiento del ser humano y por ende el mejoramiento de la sociedad, al tiempo que aplaude los esfuerzos de las autoridades honestas que luchan contra los flagelos que conducen a la desesperanza y generan desconfianza en las instituciones, así mismo, clama por la unidad de la nación en aras a salir adelante de la situación del descrédito en que han caído algunas instituciones del Estado.

La ciudadanía debe recordar que tiene derechos, pero también deberes, y uno de esos deberes es denunciar todo acto que atente contra la estabilidad de la paz social. Recordemos que cada vez que callamos un delito nos convertimos en cómplices de él, y no en pocas ocasiones juzgamos y reclamamos el que las demás personas no hacen lo que en ningún momento estuvimos dispuestos a hacer.

La invitación que les hago con vehemencia y respeto es que, así como se enarbola la bandera tricolor en situaciones de júbilo nacional, que tengamos esa misma actitud para defender a nuestro país cuando se trate de denunciar actos indebidos, sin olvidar que el fenómeno de la corrupción tiene por un lado a los corruptos, y por el otro a los corruptores.

Seamos más vigilantes, estemos más y mejor informados, siempre atentos a lo que sucede en nuestro país, tanto en el ámbito público como en el privado, ya que, si no lo defendemos contra la delincuencia, la corrupción y la impunidad, entonces ¿en qué clase de país vamos a vivir?, ¿qué nación le estaremos heredando a nuestras futuras generaciones?

La lucha contra la corrupción se nos perfila hoy por hoy, como una de las principales obligaciones de ese hermoso y alto valor que es el patriotismo. Y puesto que nos acercamos al mes de la Patria y al bicentenario de la República, hoy más que nunca debe estar vivo en nosotros el anhelo de no ser siervos menguados ante la injusticia, y que los males que aquejan hoy la moral nacional, no nos impidan levantar la frente al Sol refulgente de la libertad que merecemos.

Que en nuestro país vivan siempre el trabajo honesto y la paz, son mis deseos.

 
 

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