Por: Leonardo Jiménez Campos
La historia cantonal nos recuerda el origen del nombre de nuestro cantón: La Unión. Para muchos representa la simple denominación que se le dio en determinado momento de nuestra historia a un pequeño territorio, ubicado entre la tradicional Cartago y la capital progresista.
Sin embargo el conocer cómo fue fundado, nos llama a la meditación. En los orígenes de nuestro pueblo tanto indios, españoles, negros como mulatos, vivieron en armonía e hicieron con su trabajo grandes a nuestros distritos, sembraron la tierra y recogieron de ella su fruto, una, otra y otra vez levantaron su Iglesia o su escuela cuando la estructura cayó sucumbida ante los fenómenos naturales o las secuelas del tiempo.
Fueron los hijos de esos negros, mulatos, indios y españoles los que ayudaron a crecer un pequeño pueblo ubicado en las faldas del Cerro La Carpintera, ese Pueblo Nuevo contó como su mayor riqueza la armonía y la paz en que vivieron sus habitantes. Fueron ellos quienes a pesar de ser diferentes en el color de su piel, o en su condición económica, laboraron juntos en procura de su bienestar y el de sus semejantes. Todos favorecicidos por las otroras cristalinas aguas de nuestros ríos y el imponente verdor de los cerros.
El testigo de este esfuerzo y de su trabajo fue siempre nuestro Cerro, imponente, majestuoso y hasta podría decir de ensueño. Su grandeza fue garante del destino de progreso y amistad que nuestros abuelos quisieron dar a esta tierra. Esta marca de alianza y hermandad se ha perdido con los años, y es necesario que se vuelva a retomar. Hoy como uno más del los más de 100 mil habitantes de lo que fue La Villa de los tres ríos mi deseo sincero que ese nombre con el que se bautizó a nuestro cantón se consolide con hechos, con acciones en beneficio del colectivo.
Hoy al igual que nuestros antepasados debemos dar gracias al Gran Arquitecto del Universo por habernos dado como bendición el vivir o haber nacido en esta tierra.