Tiempos de Covid-19: La odisea de ser madre, ama de casa, maestra… y trabajadora

Por Lic. Grettel Solano Morales 

La corresponsabilidad la responsabilidad compartida con otra u otras personas, tal y como la define la RAE. El concepto surge a partir del término responsabilidad y el prefijo co-, que implica unión y colaboración. 

En el hogar, la corresponsabilidad tiene que ver con el reparto equitativo, entre mujeres y hombres, de las tareas de casa y el cuidado de las personas.

En las organizaciones, la corresponsabilidad supone que el conjunto de la plantilla dispone de cierta flexibilidad para administrar su propio tiempo, para responder a sus derechos y deberes en el trabajo y en la vida personal. En ese sentido, contribuye a que las personas puedan vivir plenamente todas sus esferas vitales

¿Por qué es importante hablar de corresponsabilidad?

La corresponsabilidad debe ser entendida como un concepto amplio que incluye la participación activa e indispensable de los Estados, los mercados y la sociedad.

La corresponsabilidad familiar mantiene estrecha relación con el trabajo doméstico. Sin embargo, este tipo de trabajo no sólo se orienta a tareas domésticas, sino que también incorpora la crianza de los hijos y su educación; dichas tareas se agrupan en tres dimensiones principales:

  • Tareas del hogar: Comprende tareas relacionadas con la administración de recursos en el hogar y tareas relacionadas con el aseo y ornato, la alimentación, reparación y transporte en el funcionamiento familiar.
  • Cuidado de los hijos e hijas y de otras personas dependientes: Incluye actividades que van en pos del cuidado, atención y seguridad de estos integrantes de la familia, con acciones orientadas hacia la alimentación, salud, seguridad, acompañamiento, entre otras, que vayan en beneficio de éstas.
  • Trabajo emocional: comprende actividades orientadas al soporte emocional dentro de la familia y que orienta tales actividades a conductas de apoyo, de escucha, aprecio, de amor entre otras conductas que van en beneficio de la dinámica y soporte emocional dentro de los integrantes del hogar.

¿Qué efectos ha tenido la pandemia en términos de corresponsabilidad? ¿Cómo se relaciona la crisis sanitaria con la desigualdad de género? Diversos estudios realizados señalan la distribución desigual dentro de los hogares en este periodo, agravada por aspectos socioeconómicos como el tipo de empleo que realizan mayoritariamente hombres y mujeres o la pérdida de ocupación por parte de dichos miembros del núcleo familiar.  Las mujeres son más propensas a ser las únicas encargadas del cuidado infantil, lo que se acentuó durante la crisis sanitaria.

  • Las mujeres tienen más probabilidades de haber perdido su empleo desde el inicio de la pandemia, ya que están sobrerrepresentadas en sectores cerrados durante el confinamiento.
  • Más de 2 de cada 3 madres se ven obligadas a quedarse en casa mientras se aplican medidas de distanciamiento social, ya sea porque trabajan en sectores informales o remunerados. 
  • Asumen la mayoría de las tareas adicionales de cuidado infantil, labores domésticas, cuido de adultos mayores y sus labores remuneradas.

¿Dónde está esa vida que difunden las redes sociales, una de descanso en la cuarentena? Para las madres trabajadoras el confinamiento es otro, pues ha incrementado sus horas de labor.  A las tareas remuneradas, más las del hogar y de cuidados, que ya hacían, se sumaron otras, educación, aprendiz de nuevas tecnologías, etc.

El Convenio 156 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que las empresas y gobiernos deben adecuar sus normas para proveer flexibilidad laboral para fomentar la conciliación de trabajo y familia.  Este Convenio  supone un hito porque su objetivo es garantizar que las personas trabajadoras con responsabilidades familiares participen en el mercado de trabajo en condiciones de igualdad con aquellos que no las tienen. 

El problema es que para muchos la flexibilidad era el trabajo en casa. Pero en una pandemia el teletrabajo, al menos para las madres, ha demostrado que requiere de otro nivel de flexibilidad.

La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo que se realizó en el 2017; reveló datos que evidencian una diferencia sustantiva del tiempo entre hombres y  mujeres en trabajos no remunerados del hogar, según este estudio la población femenina dedica 22 horas a la semana más que los hombres a dichas tareas. Con la pandemia esto aumento.

La primera actividad en la que las mujeres invierten más horas en los quehaceres del hogar es al servicio de alimentos, con un promedio de  78,2 % del tiempo y los hombres un  21,8 %. La segunda es la limpieza y mantenimiento de la vivienda con un promedio una 9 horas semanales las mujeres y 3:37 horas por parte de los hombres.  El  estudio señala que en los trabajos que sí son remunerados, los hombres invierten más horas, es decir unas  35 horas y 51 minutos y las mujeres 15 horas con 51 minutos semanales.

El trabajo doméstico no remunerado constituye una carga desproporcionada para las mujeres y en la práctica, es un subsidio invisible al sistema económico. Por semana, las mujeres aportan 22 horas más que los hombres, lo que evidencia una clara división sexual del trabajo y la brecha de género en la distribución y uso del tiempo entre mujeres y hombres

A pesar de que los resultados muestran una brecha significativa entre las tareas domésticas, también hay un dato que señala que los hombres están dedicando  más tiempo a atender los hijos e hijas, lo cual es algo positivo que se debe fortalecer a través del tema de las masculinidades.

Esa es la ruta que debemos seguir,  las mujeres podemos dejar lo que estamos haciendo, pero alguien tiene que colaborar para hacerlas y eso significa involucrar a los hombres y si se lograran involucrar en el tema de los niños y acompañamiento, ahí está la ruta.

Por otra parte, la única actividad de tiempo libre en la cual las mujeres destinan más tiempo, es en convivencia social y familiar, con un poco más de 8 horas y media, y los hombres dedican alrededor de 9 horas y media. 

El estudio fue presentado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU)  y el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) el 18 de marzo del 2018.  La  investigación se realizó en el 2017 y comprenden una muestra  de 11 400 personas.

Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en los dos últimos años se señala un incremento en la tasa de desocupación, misma que alcanza un 8,1% para el 2019 y siendo además 2,5 puntos porcentuales más alta en las mujeres, lo cual evidencia la persistencia de brechas de género en el acceso y la calidad del empleo. Cabe agregar que Costa Rica es el segundo país con mayor número de personas desocupadas después de Brasil y con mayor tasa de desocupación femenina en 17 países latinoamericanos. 

Claramente las desigualdades sociales y de género en el contexto latinoamericano se agravan de la mano con la transformación y el debilitamiento de la función social del Estado.  En nuestra región, la vida de las mujeres se sigue reproduciendo sobre la base de la feminización de la pobreza, la explotación y la crueldad de la violencia. 

Frente a esto interesa preguntarnos ¿Cuáles son los escenarios de la pandemia donde hoy transcurre la vida de las mujeres? ¿Cómo se reproduce su vida material y subjetiva en tiempos de COVID-19? ¿Qué repercusiones ha implicado esta crisis en el tiempo y el trabajo reproductivo de las mujeres? ¿Cómo comprender el malestar femenino en tiempos de pandemia? ¿Cómo acercarse al estudio de la situación de las mujeres en esta crisis humanitaria?

El trabajo reproductivo de las mujeres: viejos problemas, nuevas realidades.

«Las mujeres mantienen el mundo con vida» (Silvia Federici 2018, 243)

La CEPAL (2020), entre los desafíos sociales de la pandemia por COVID-19, advierte que las mujeres se encuentran en una situación particularmente vulnerable, considerando su mayor exposición al desempleo, mayor probabilidad para insertarse en el trabajo informal, alta participación en el sector salud, menor acceso al teletrabajo, sobrecarga de las tareas de cuido y mayor exposición a la violencia doméstica.

Así también la situación de las mujeres que trabajan en el sector salud, que enfrenta un aumento importante de la demanda laboral (extensas jornadas, condiciones extremas y peligrosas, mayor exposición al contagio), sin dejar de lado, que estas mujeres deben además sostener otras labores de cuido en sus propios hogares

De acuerdo con la CEPAL (2020) en el contexto de la cuarentena la carga de trabajo doméstico no remunerado en las mujeres, niñas y adolescentes ha aumentado pronunciadamente frente al cierre de centros educativos y las necesidades de cuido por la presencia de personas contagiadas en el hogar; la crisis sanitaria pone en evidencia una organización social de los cuidados en la región en la que, por lo general, son las mujeres quienes, de forma remunerada o no remunerada, absorben la mayor carga del trabajo de cuidados. 

El cierre de las escuelas y, en muchos casos, la enseñanza a distancia pueden suponer una sobrecarga para las familias; en particular, para las mujeres, que dedican diariamente al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados el triple del tiempo que dedican los hombres a estas tareas. Además, las desigualdades de género se acentúan en los hogares de menores ingresos, en los que la demanda de cuidados es mayor, dado que cuentan con un número más elevado de personas dependientes por hogar.

Confinar a las mujeres al ámbito de lo privado, del hogar y la familia, ha sido uno de los principales métodos del patriarcado para la sostener la inferioridad y subordinación femenina. Es en la represión de la sexualidad femenina y en la división sexual del trabajo que encontramos las primeras manifestaciones de sexismo.

La situación de las mujeres en la pandemia por COVID-19 ha apuntado a una obviedad: el trabajo doméstico no ha desaparecido, su devaluación tanto económica como en cualquiera de sus otros aspectos, continúa siendo un problema para la mayor parte, independientemente de que se reciba o no por otro empleo.

¿Cómo transcurre el tiempo de las mujeres durante la pandemia?, conduce a una comprensión del tiempo en términos de género: dimensionar todo aquello que ahora las mujeres han tenido que incluir en la anchura de su tiempo. Reconocer la carga física y mental que suponen los nuevos horarios de las personas integrantes del núcleo familiar, que en tiempos de COVID-19 más allá de las tradicionales dobles o triples jornadas, parecieran desdibujar los límites entre el tiempo de trabajo, el tiempo de ocio y de descanso. Y qué decir del tiempo subjetivo, probablemente, atravesado por la preocupación por los otros y las otras.

Menores de los 12 años e inversión del tiempo

En los diferentes estudios sobre corresponsabilidad, se asume que la distribución de las tareas se da solo entre el hombre y la mujer, sin embargo es importante comprender que la verdadera corresponsabilidad se da cuando todos los integrantes del núcleo familiar son capaces de implicarse e involucrarse en el desempeño de las labores necesarias para mantener el hogar. 

Mientras los hijos van creciendo es esencial reconocer que tienen mucho que aportar a la vida familiar.  Estas asignaciones y labores, además de aliviar la carga de tareas domésticas a los padres, les enseña a pensar en los demás, a ser independientes y los entrenan para la vida que enfrentarán.

Mientras los hijos van creciendo, también debe de aumentar el sentido de responsabilidad que deben de tener con su familia y su hogar.  Es necesario que sientan el agradecimiento por lo que han recibido, deben de entender que una manera de retribuir a los padres el esfuerzo que han hecho por educarlos, es ir asumiendo poco a poco más responsabilidades en sus gastos personales, en el cuidado y limpieza de sus cosas, su espacio y el hogar.  En la población menor de 12 años, también se observan diferencias en cuanto a la distribución del tiempo con respecto al género.  

En actividades relacionadas con la administración y gerencia el hogar, son las mujeres las que tienen una mayor participación y un mayor peso relativo en el tiempo, con el 57,5 % mientras que el tiempo empleado por los hombres corresponde al 42,5 %. 

Estas llamadas de socialización en los hogares de cómo contribuir para que cuando nos levantamos de la mesa no es la niña la que vaya a lavar los platos, esas grandes rupturas son las que hacen las transformaciones mucha más equilibradas, pero pasa por una segunda comprensión de que no podemos seguir repitiendo, el mismo patrón; porque entonces el resultado es el mismo.

Desde de marzo el Ministerio de Educación suspendió las clases para evitar mayores contagios de COVID-19. Y quizá esa idea propagada sobre que en la cuarentena no hay nada que hacer, ha provocado que la escuela les mande gran cantidad de actividades a las niñas, niños y jóvenes.  Es mucha tarea la de la semana, ni cuando estaban en clases, se daba tanto trabajo escolar; las mujeres han sentido que es demasiado.

El rol del padre ha de ser de implicación máxima, no vale hoy en día que el rol de la educación y la crianza recaigan sólo en la madre.

Se necesita que los hombres se hagan corresponsables para que la carga no sólo quede en las mujeres.  

Cuidar es la acción de ayudar a una persona dependiente en su desarrollo y bienestar, que puede ser efectuada de manera honoraria o remunerada, en el marco de la familia o no, e implica una triple dimensión: física, económica y psicológica. Si bien los hombres en América Latina se involucran cada vez más en estas tareas, fundamentalmente en el cuidado de sus hijos e hijas, estos cambios se han dado más en el plano discursivo que en el práctico. Al analizar las estadísticas para América Latina, se puede observar que solo un 3,2% de los hombres está fuera del mercado laboral para atender tareas de cuidado y domésticas, mientras que, para las mujeres, esta cifra se aproxima al 50% (CEPAL, 2014).

Cuando hablamos de igualdad real, no nos referimos en la que los salarios de un hombre y una mujer sean iguales en el mismo puesto de trabajo. Es una igualdad en la que pedir una reducción de jornada o un ajuste de horas por cuidado de los hijos (as) no nos suponga un mal trago o un mal rato, igualdad es ser iguales en derechos y obligaciones aunque tengamos naturaleza diferente. De hecho, el ser mujer y madre suele otorgar una buena capacidad de gestión y resolución del problema.

Es necesario cambiar el chip de querer ser súper mujer, no se puede pretender ser las mejores en el sector profesional y las mejores amas de casa, aunque sí son dos facetas que se complementan.

Hoy en día es cada vez es más común ver a una mujer cumplir con el rol de padre y madre al mismo tiempo, pues no sólo se encargan de cuidar a sus hijos, sino que también se encargan de las labores del hogar y de trabajar. 

Ser madre soltera no es fácil, sobre todo para aquellas mujeres que son menores de edad. En Costa Rica el número de familias encabezadas por una mamá sola está creciendo increíblemente. Este tipo de familias monoparentales, por lo general, tienen poca cohesión, son muy vulnerables y existe un desgaste grande de la madre por todo la responsabilidad que debe afrontar y los problemas que vive en su día a día. Muchas de estas familias terminan desintegrándose con todas las desventajas en términos sociales, legales, económicos, y emocionales que ello significa.

El impacto de la pandemia en las mujeres no se puede simplificar. De cara a esta crisis humanitaria cualquier conclusión podría resultar anticipada y su complejidad amerita una multiplicidad de lecturas. No obstante, es claro que los nuevos escenarios para la vida de las mujeres -antes, durante y después de la pandemia- sitúan nuevos desafíos para los estudios feministas y de género.

El estudio de la situación de las mujeres en este contexto no sólo debe contemplar los nexos entre género y trabajo, pobreza y violencia. Se debe de examinar la noción de bienestar de las mujeres frente a la precarización de la existencia material y a las transformaciones contemporáneas del Estado. 

Sin igualdad no hay bienestar. El bienestar de las mujeres está ligado a la igualdad de género con justicia económica. La crisis derivada de la COVID-19 ha sido confirmatoria en ese sentido: la igualdad de las mujeres no es un destino alcanzado. La vida en condiciones de dignidad, para todas las mujeres, es ciertamente incompatible con el sistema patriarcal y capitalista. 

La discriminación de la mujer por su rol reproductivo, o la falta de protección de la maternidad y de apoyo a los trabajadores con responsabilidades familiares acarrean muchas consecuencias sociales. Se agudizan las desigualdades por razones de género en el empleo, pues se socava la posición de la mujer en el mercado laboral, y se ahonda y perpetúa la división basada en el sexo en la familia. Dado que las responsabilidades familiares recaen sobre todo en las mujeres, muchas optan por el trabajo a tiempo parcial, o se resignan a emprender actividades económicas vulnerables e informales que brindan cierta flexibilidad y la posibilidad de permanecer cerca del hogar. Estas opciones no sólo representan ingresos inferiores, sino que merman las posibilidades de ingresos de larga duración, de desarrollar las calificaciones, y de acceder a la protección social, en particular, a una pensión de vejez adecuada. También se agudizan las desigualdades basadas en los ingresos, pues las familias que pueden permitírselo, pagan por el cuidado de los hijos o de los ancianos, mientras que quienes no pueden hacerlo deben recurrir a servicios asistenciales de mala calidad, o deben renunciar a parte de los ingresos. Se desaprovecha la inversión del Estado en la educación de las mujeres y también las calificaciones femeninas. Ello atenta contra el crecimiento y el desarrollo, y contra las políticas nacionales destinadas a aumentar la participación de la mujer en la fuerza de trabajo

Para el año 2020 en Costa Rica, se certificaron 11 empresas como propulsoras de las buenas prácticas laborales con enfoque de género que aplican en sus empresas, de las cuáles una es una institución pública.  Seis empresas fueron certificadas porque dentro de su política empresarial cuentan con las licencias parentales que van desde un mes hasta 6 meses, se reconocen tanto para cuando nace o se adopta un (a) hijo (a), cumpliendo así con lo dispuesto en el Convenio 156 OIT, lo cual significa un avance en el reconocimiento de la parte patronal de las corresponsabilidades de las personas trabajadoras; pero aún falta mucho que hacer en este aspecto.

Cuando se convive en un hogar las tareas de casa deben desempeñarse por todos los miembros que allí habitan. No importa la edad ni el género de las personas que cohabitan en un hogar, ni tampoco el vínculo que les une. Vivir bajo un mismo techo implica colaborar en las tareas domésticas. Si se tiene una familia con hijos pequeños o adolescentes, aún cobra más sentido la planificación colaborativa porque se les debe enseñar a cómo asumir su rol en casay además, a que asuman sus propias responsabilidades, sin importar la edad que tengan.

Para lograr la igualdad entre las mujeres y los hombres en el mundo del trabajo y las corresponsabilidades en el hogar; los gobiernos tienen una función rectora, pues establecen las políticas y pueden crear un entorno propicio para el diálogo y la conciliación entre las responsabilidades laborales y familiares. Elaborar leyes y adoptar medidas que faciliten una repartición más equitativa de las responsabilidades familiares en la esfera privada de la familia, y que también propicien la igualdad de oportunidades y de trato de las mujeres y los hombres con responsabilidades familiares ante el trabajo remunerado; ello supone la provisión de servicios públicos asequibles, como los relacionados con el cuidado de los niños y de las personas adultas mayores.

“Ahora es el tiempo de las mujeres.”

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