Por: Lic. Grettel Solano Morales
Generalmente se piensa que entre más se estudia hay mayores posibilidades de superación, sin embargo, las mujeres no siempre logran un equilibrio en lo salarial. Estudios sugieren que la brecha salarial entre hombres y mujeres aumenta a mayor grado académico por parte de ambos. A pesar de que la estrategia de las mujeres ha sido estudiar y prepararse más, siempre están presentes los límites del género y cuando parece que las mujeres han logrado al fin la igualdad en términos de la brecha salarial, surge algún otro pretexto para no darles esa igualdad, ya que la mayoría de los jefes son hombres.
El crecimiento de América Latina se ve mayormente influenciado por el trabajo femenino en condiciones de mala paga y de trabajos no calificados. Efectivamente el trabajo femenino ha aumentado en América Latina, pero eso no significa que las mujeres estén ingresando al mercado laboral formal, sino más bien al informal, aunque un porcentaje de ellas también lo hace al formal, ocupando incluso puestos que hasta hace un tiempo eran considerados tradicionalmente como “masculinos”. Eso es lo que tradicionalmente se conoce como “feminización” de la pobreza, fenómeno que se relaciona con el círculo de la pobreza, pues generalmente se trata de mujeres solas que deben sacar adelante a sus hijos e hijas en condiciones de pobreza o de gran vulnerabilidad, lo que a su vez limita la educación de sus hijos e hijas y por lo general en condiciones de salud o ambientales poco adecuadas.
La mujer tiene más acceso al mercado laboral actualmente. La igualdad en el aspecto salarial es un aspecto importante, pero sobre todo la sociedad debe brindarles a las mujeres las condiciones apropiadas para que el trabajo fuera del hogar no represente una doble y a veces triple jornada para ellas.
Mientras la atención de las labores domésticas y el cuido de niños, niñas y ancianos, sean tareas básicamente femeninas, mientras no existan suficientes y accesibles lugares de cuido para esas personas, será muy difícil que la calidad del trabajo femenino mejore. Porque no es que hasta décadas recientes las mujeres trabajen, las mujeres han trabajado siempre, solo que ahora deben y tienen el derecho también de hacerlo fuera del hogar.
Se aprobó en Primer Debate, el proyecto de ley para eliminar la brecha salarial por género. La decisión del Congreso reconoce dicho problema y propone un mecanismo para garantizar justicia a las mujeres, a quienes usualmente se les paga menos por el mismo trabajo que realizan los hombres.
En el sector público, las mujeres ganan en promedio 7% menos que sus pares masculinos. En el sector privado dicha brecha es aún peor, pues llega al 27%. Esto nos demuestra que a pesar de los esfuerzos por consolidar un marco normativo que garantice igualdad, en la práctica estamos muy lejos de lograrla.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la igualdad en la remuneración salarial implica que los trabajos iguales o similares se remuneren igual y que los trabajos que no son iguales, pero que tienen igual valor, se remuneren igual, lo que implica, a su vez, la revaloración de tareas consideradas tradicionalmente como femeninas. Existe discriminación cuando las mujeres que tienen la misma capacidad, nivel de estudios, formación y experiencia que los hombres, reciben un trato inferior en la contratación, el acceso a una ocupación, los ascensos, la remuneración o las condiciones de trabajo.
Existe discriminación de ingresos cuando, por un mismo trabajo, las mujeres reciben menor pago que los hombres, es decir, cuando las diferencias no se atribuyen a productividades distintas.
A nivel mundial, las mujeres ganan un 23% menos que los hombres, una situación que la Organización de la Naciones Unidas constituye como el mayor robo de la historia. Por su parte, el Informe Global de Salarios 2018-2019 de la OIT evidenció que las mujeres reciben un 20,5% menos en sus salarios mensuales que lo que ganan los hombres de todo el mundo. Las diferencias son tantas que la brecha podría tomar hasta 200 años en cerrarse, según un informe del Foro Económico Mundial del 2017.
Costa Rica está ubicado en el tercer lugar, entre los países en los cuales los salarios de una mujer llegan a ser en promedio 19,2% menores que lo de los hombres. Un análisis histórico deja entrever que, en el año 2010 esa relación era de 85,7%; continúo subiendo hasta llegar a un 86,6% en el 2012, pero bajó a 84,8% en el 2013. Quiere decir que las mujeres percibieron un ingreso aproximado de ¢81 por cada ¢100 colones de los hombres. Lograr cambiar el concepto de igual salario por igualdad de remuneración, que tome en cuenta, además del salario, cualquier otra retribución por el trabajo realizado, es decir, el pago de horas extras, bonos, beneficios o gastos de representación, que componen el salario real de las personas trabajadoras.
Cerrar la brecha salarial daría mejores prácticas a la hora de seleccionar y contratar personal; un entorno laboral basado en los principios de la igualdad, mejorando así las relaciones laborales; reduce los índices de rotación aumentado la productividad; ayuda a erradicar la desigual división del trabajo que realizan las mujeres y hombres; así como la valoración que de éstos se hace, potenciando la autonomía económica de las mujeres, teniendo un impacto positivo en sus familias y en la sociedad.
Para luchar contra la brecha ya existente, el empoderamiento económico de la mujer es fundamental, porque si no logra independencia económica sigue en un lugar subordinado.
El gobierno local debe de actuar como un modelo de mejores prácticas para nuestras comunidades. En calidad de principales creadores de empleo y suministradores de servicios, pueden ejercer una influencia significativa en la vida de las mujeres mediante el uso de prácticas laborales justas y garantizando la prestación de un servicio no discriminatorio a la ciudadanía.