Rafael Manzanares Benavides
Contamos cuando un hijo muestro ha nacido, se ha graduado o tiene un éxito. Contamos el viaje de paseo del cual hemos disfrutado mucho. Contamos todo aquello que nos importa; pero callamos muchas veces, por no decir casi siempre, lo que han logrado beneficioso los demás.
Cuando alguien nos cuenta sobre un éxito obtenido, inmediatamente replicamos con un éxito que nosotros también hemos logrado.
Callamos también las ayudas que recibimos y las ventajas que hemos adquirido de organizaciones y personas cercanas a nosotros y lo más grave, no contamos las bendiciones que día a día recibimos.
¿Por qué procedemos así? Porque deseamos que los demás nos admiren, haciéndoles creer y pensar, que todos nuestros logros han sido fruto de nuestro propio y único esfuerzo. Actuamos con egoísmo moral.
El egoísmo moral, o egoísmo ético, es una doctrina ético filosófica que afirma que las personas deben tener la normativa ética de obrar para su propio interés, y que tal es la única forma moral de obrar, sin embargo, permite de manera opcional realizar acciones que ayuden a otros, pero con la finalidad que el ayudar nos dé un beneficio propio, tomándolo como un medio para lograr algo provechoso para uno mismo. Afirma que la validez de una teoría o praxis, se encuentra en su aportación directa a la edificación positiva y responsable del yo o desarrollo personal.
Y esto no ocurre sólo en el ser social, sino también y con mayor fuerza en el ser empresarial. Al empleado se le enseña que todo servicio debe producir una ganancia para la Compañía. Cuando lo ideal sería, que la Empresa por prestar un servicio a la sociedad, devenga una ganancia.
Un egoísta ético personal afirma que él debe actuar según su propio interés, pero no hace aseveraciones acerca de lo que los demás deberían hacer. Un egoísta ético universal argumenta que todo el mundo debe actuar de una manera que sea en su propio interés.
Y esto desafortunadamente, también ocurre en las asociaciones de servicio humanitario, en las fraternidades y religiones. Muchas veces se sirve a los más necesitados, para llenar vacíos personales e inflar nuestro ego. Así, ¿cuándo formaremos realmente el cuarto reino, el reino humano, para dejar ya y por siempre de ser animales sociales?
Empecemos ya a desarrollar nuestra conciencia social y universal, para realmente merecer el precioso y sagrado calificativo de hijos de Dios.