Desde el balcón del edificio municipal o de cualquier lugar paralelo a la autopista Florencio del Castillo, podemos observar como poco a poco las faldas de los cerros de La Carpintera son ocupadas por estructuras habitacionales. Todo, en contraposición con nuestra legislación constructiva, informes de la Comisión Nacional de Emergencias y normativa de nuestro Plan Regulador Urbano vigente.
Poco a poco, día a día observamos quemas, árboles y vegetación eliminada y materiales de construcción subir lentamente pero implacable amenazando el último reducto verde del Gran Área Metropolitana.
Lo que aun vemos verde y realmente protegido, se mantiene gracias a que varios propietarios se han sometido a lo que establece el Plan de Manejo. Los árboles, vegetación y biodiversidad que aun observamos lo podemos hacer gracias a esos propietarios que han limitado voluntariamente sus derechos constitucionales sobre su propiedad para proteger este bello monumento natural.
Los daños a todas luces denunciados por años tanto por vecinos como por organizaciones ambientalistas son notorios y continúan. La lentitud e inacción de las autoridades competentes se convierte en cómplice y enemigo de quienes queremos que las próximas generaciones admiren los cerros de La Carpintera.
La causa de su destrucción e incumplimiento de la normativa se fundamenta en la carencia de políticas que doten a familias de terrenos aptos para vivienda, en un cantón cuya plusvalía va en aumento. Se condena a familias de escasos recursos a edificar sus viviendas en zonas no aptas para la construcción y alta vulnerabilidad ambiental, simultáneamente, se condena a la zona protectora a ser carcomida poco a poco por la presión y expansión urbana.
En tanto todo ocurre la Municipalidad de La Unión se convierte en testigo: mudo, sordo, ciego y cómplice del desorden urbano y ambiental que aumenta en la zona…
Requerimos de mayor articulación de parte de las instituciones y acciones que permitan solventar dos problemas que se han convertido en inmanejables, el primero la necesidad creciente de vivienda y el segundo el como generar iniciativas productivas que den sostenibilidad y estímulo de conservación a los propietarios.
En este campo la alcaldía debe asumir el liderazgo, planteando propuestas y gestando soluciones. La inacción y hasta complacencia de la administración local ha sido cómplice directo que condena hoy a los cerros de La Carpintera a convertirse en el corto plazo en una enorme urbe construida sobre suelos inestables donde germinarán problemas sociales.
Si de verdad queremos proteger lo que nos queda requerimos acciones contundentes ya.