- A casi 60 años de la muerte del mejor cronista costarricense
Hubert Solano
Periodista
En el año 2019, se cumplirán sesenta años de la muerte del mejor cronista que ha tenido Costa Rica: periodista Joaquín Vargas Coto, conocido principalmente por su famosa obra “Cartas de don Camilo” y por el libro “Crónicas del Húsar Blanco”. De ojos achinados y tristones, pero con una eterna pícara sonrisa en los labios, y luciendo sombrero de ala ancha y corbata de lazo, en la primera parte del siglo 20 era cotidiano verlo abordar el tren en la estación del ferrocarril en Tres Ríos, su tierra natal (1895) a la que tanto quiso, para venir a trabajar en diferentes periódicos en San José, donde cosechó sus mayores éxitos literarios.
Un 28 de febrero de 1959 Vargas Coto partió para la Eternidad. En el novenario de su muerte el periodista Lic. Alberto Cañas Escalante, lo recordó así:
“Era el escritor mimado de la generación que nos precedía. Nuestros padres habían leído y recordaban con admiración sus crónicas juveniles, representativas de una época para ellos florida y benevolente, plácida y un tanto picarezca. Cordialidad sin límites, que caía bajo el encantado influjo de su humor civilizado, de su conversación amigable, de su ingenio sobrio y señorial. Entonces vinieron las largas tertulias – él hablando y yo escuchando- en torno a la taza de café el desbordante repertorio de ricas anécdotas viejas, de sucesos desconocidos, de pequeña historia vivida, sabida y bien contada”.
CARRERA PERIODÍSTICA
Inició su carrera periodística allá por 1917 en el diario que fundó Rogelio Fernández Güell, quien un tiempo después iba a caer asesinado por las tropas del dictador Tinoco. Se bautizó en el papel, tinta y plomo, a la par de muchos otros bohemios de aquellos tiempo, como el Cholo Obregón, Gonzalo Chacón, Julián Marchena, Enrique Hine, Rafael Cardona, Abelardo Bonilla, Paco Soler, todos de pluma exquisita.
Escribió también en el Diario de Costa Rica, La Última Hora, El Comercio, ABC, La Noticia Republicana, La Tribuna, Novedades, La Razón y La Nación. Además, dirigió en Honduras en 1952 el Diario Comercial, que había sido fundado por el costarricense don León Fernández Guardia, en el 32. Además, sus “cuartillas” aparecieron en La Semana Cómica y las revistas El Fígaro y Letras, entre otras. Múltiples fueron los seudónimos que utilizó: Camilo Galagarza, El Húsar Blanco, Juan Sanabria, Corinto y Oro, Claudio Docel, D´Artagnan, etc. Al celebrase el Centenario de la Independencia, fue galardonado con La Medalla Nacional Conmemorativa. Asimismo, tuvo el alto cargo de embajador ante España, durante el gobierno de Otilio Ulate Blanco, en la década de los 50s. Otro de sus libros más conocidos es “Por los Caminos de España”, también al estilo crónica. A petición del ex mandatario Lic. Ricardo Jiménez Oreamuno, don Joaquín ordenó para publicar las obras de su hermano don Manuel de Jesús Jiménez, uno de los más ilustres historiadores de Cartago, titulándolas “Noticias de Antaño” y editada en 1986 por la Editorial Costa Rica. Con Ulate, Vargas Coto y otros conocidos diaristas, fundaron la primera Asociación de Periodistas de Costa Rica en 1922. Ese fue el primer paso para crear en 1969 el Colegio de Periodistas de Costa Rica. Vargas Coto estuvo 42 años en el ejercicio de la profesión de periodista. A la vez, combinó el periodismo con el profesorado dando clases en el Instituto de Alajuela y en el Liceo de Costa Rica. Y dictó cátedra en la Escuela de Educación de la Universidad de Costa Rica.
MEJORES OBRAS
En 1994 el escritor e historiador Eduardo Oconitrillo, con la Editorial Costa Rica , tuvo el acierto de publicar una recopilación de 45 de las principales crónicas de Vargas Coto publicadas a lo largo de su carrera . La obra está dividida en cinco partes: De la Costa Rica Colonial, De la Costa Rica del Siglo XIX, De los Primeros 50 años de Costa Rica en el Siglo (20), Resplandores de Bohemia y Crónicas del Terruño. Todas un éxito, porque como dijo en una oportunidad el reconocido historiador León Pacheco “No hay crónica sin periodismo, ni periodismo sin crónica”. Y en definitiva, una de las mejores obras de Vargas Coto fueron las famosas Cartas de Camilo Galagarza, un sabanero guanacasteco, quien desde su natal pueblo de Curudanbé de Liberia, (con el “unto” de su carnal compadre Pedro Medrano) enviaba a San José a don Sergio Carballo y don Cacayo Castro, directores de La Nación. Todas pletóricas de ese extraordinario sabor pintoresco y folklórico guanacasteco que tanto les sigue gustando a los “cartagos”. Hoy día en los albores del siglo XXI la crónica periodística es un género prácticamente olvidado. Se ha archivado a “esa gitana, traviesa, curiosa y vagabunda. Que va errando por los pueblos y por lo tiempos”, como escribió Vargas Coto. Carmen Naranjo, también reconocida escritora costarricense, en el prólogo de Las Cartas de Don Camilo vaticinó: “Un día en el rancho de Curubandé, don Camilo se quedó en la siesta larga mientras el sol liberiano, redondo y a caliente, resecaba las anchas llanadas. Lo encontró en su hamaca, con la pluma entre los dedos, ya “sin pensar mucho en el ayer ni el mañana”, la Vieja Petrona que lo acompañó por muchos años. Cuando llegó Pancho, los pericos se habían refugiado en los árboles y chillaban tristemente. Pensó que quizás dormía y todavía podrían pasar la próxima Semana Santa más allá de la guardarraya, a donde la Josefana generosa. Cuando comprendió que los caminos se habían terminado para don Camilo, recogió la pluma. Algún día Pancho, el amigo, el compadre, el nica hermano, que hoy anda solitario y triste las veredas sombreadas de guanacastes, la empuñará para dar flujo a sus dicharachos”. Pancho, sesenta años después, no ha vuelto a las “andadas”. La pluma quedó ahí para siempre, pues como Joaquín Vargas Coto nace solo uno en todo un siglo. ¡Hasta más ver, pues!