Por Luis Aguilar “Valencia”
Para Crónicas de La Unión
E-mail: luisvalencia@ice.co.cr
Si hacemos un repunte en el tiempo, y contamos algo no muy lejos digamos de 1950 en adelante, y luego retrocedemos también unos pocos más atrás, nos encontramos tanto cambio en nuestra manera de vida, que por más que lo analicemos, no damos en la verdadera razón del por qué.
Hablemos un poquitín del pasado donde todo era mas “difícil” o bien quizás más escaso, pero el tiempo no se detuvo. Fuera como fueran las circunstancias todo avanzó, la humanidad de multiplicó y a pasos lentos el progreso fue asomando nuevas formas de vida que para algunos no era su costumbre, pero para las generaciones de esa época fueron lo mejor que tenían porque además de muy poco, escaso y en algunas ocasiones imposible de disfrutar de avances que la sociedad común no tenía la dicha de que penetrara en un mundo cambiante.
La vida era muy rutinaria debido a esas debilidades del factor económico en poder de las clases media y pobres, y como decimos por broma, “ya los ricos están contados” y rodeaba un ambiente de trabajo y casa como una rutina que no tenía otra alternativa. Pero ahí es donde enfoco mi artículo, ¡Había tiempo para todo!, tiempo que hoy no existe ni habiendo congelado el calendario en una dimensión.
En aquella rutina se trabajaba duro, muy duro pero el tiempo era menos que ahora y los horarios solo existían de madrugada y diurnos, muy poco era lo que exigía horarios nocturnos, y como lo que más abundaba era el trabajo de campo, el horario se limitaba de 6 de la mañana a 12 medio día en algunos especiales y algunos otros a las 2 de la tarde. Solo en tiempos de cogidas de café, y los beneficios que lo procesaban, tenían horarios extendidos, sumando los vaqueros de ordeño y panaderos que repartían el pan por la madrugada. De ahí que la mayoría de la clase trabajadora gozaba de una tarde para sus cosas personales y hogareñas, “había tiempo para todo,” tiempo para mí.
Las viejas tertulias en los escaños de los corredores de las casuchas, o los fines de semana que se salía a comprar el comestible y esto lo adornaba los domingos a la salida de las misas que veía uno a personas de los distritos que por su poco acceso a ellos, era de gran gozo ver personas hasta negociando ganado, gallinas, cerdos o bien semillas para la siembra de frijoles, maíz y otros convirtiendo un domingo después de misa en casi los más agradables de la semana y sobre todo porque la única iglesia que existía era la del centro de Tres Ríos, porque para esos años no habían iglesias distritales, sino hasta después de los años 1948 que el país comenzó una nueva organización después de la guerra civil.
Tiempos para recordar donde todo era muy diferente a hoy día, donde el mejor manjar era la tortilla seguida por la arepa, el tamal asado y de vez en cuando y los fines de semana, un pancillo de panadería “las palomas” que se adornaban con un pedazo de salchichón formando la mejor ración de un esperado fin de semana.
Todo empezó a cambiar con el arribo de los años 1950 en adelante y con esta reorganización político/comunal que fue lo que dio inicio a una nueva era. Trazaron e hicieron más carreteras, puentes, escuelas, iglesias y con ello la expansión del comercio que convierte nuestro cantón ya en una zona apta de extremo a extremo habitable y para los años 1956 aproximadamente en adelante iniciaron a electrificar casi todo el territorio, llevando con ello otro cambio que unió la tecnología de aquellos tiempos, y dio paso a una manera ya muy distinta de vida.
Con la “luz” como le decíamos o decimos aún, se anhelaba bombillos para alumbrar nuestras humildes casitas en vez de candela o canfineras, fuera como fuera la ambición de un radio no dejó de ser preocupación en los hogares, aunque entraban unas 4 a 6 emisoras y transmitían de 1 a 5 de la tarde, y algunas como radio Atenea, transmitía hasta las 6 p.m. y el repertorio era comedia radial en vivo y música de tangos que fue más adelante suplantada por rancheras.
Así, con la red de energía eléctrica se dio paso a una nueva era de la que hoy nos abarrotó de tecnología y aparatos que hacen de todo y que cada día se inventan más como un atractivo al ser humano, pero privando de su tiempo para el mismo. Ahora todo es pantallas, y mensajerías, teletrabajo y modernización. Se trabaja día y noche sin importar si puedo o no hacerle frente a mi espacio personal para mantener una salud equilibrada.
Nada de eso importa hoy, el tiempo para mí no cuenta; y cuando digo para mí esto incluye la familia, los amigos, la sana diversión más física que desgastadora mentalmente. La preocupación hoy día no es recoger semillas y esperar los mejores meses del año para cultivarlas, es comer comida chatarra e ingerir gaseosos que dinamitan nuestro sistema digestivo. Antes se dormía de 8 a 9 horas, hoy día con dificultad la humanidad duerme 4 horas y bien bombardeada su mente y vista por luces destellantes y pantallas a full brillo.
Cuanto será la vida promedio de la civilización actual con este modo de vida, si nuestros padres y abuelos con nacimientos de los años 1950 para atrás, vivían en promedio los 90 años y hasta más, y como ejemplo mi padre “Valencia” falleció a los 93 años y nunca usó anteojos, ni se la tiró frente a una pantalla más de lo que duraba un programa de noticias y cuando se deleitaba con una buena película de vaqueros como bonanza.
Hemos entregado nuestro tiempo a la mayoría de vanidades, que, en un justo análisis, no es lo que realmente necesitamos para vivir una vida sana y placentera, pero complaciendo a las nuevas generaciones de hoy día, que de paso ni leen este artículo, dirán, “quien pretende tapar el sol con un dedo”, quien para el progreso del mundo, o más bien adónde nos llevará el ritmo de vida que tenemos actualmente donde ya no hay tiempo ni para nosotros mismos.