Por Federico Echevarría Miranda
La historia muestra múltiples ejemplos de situaciones que aluden a la cabeza. Parte del cuerpo que permite muchas funciones vitales.
En ella concentramos los cinco sentidos. Sí, los cinco e incluso el llamado sexto sentido también. Con su permanencia en el lugar que le corresponde logramos tomar dirección, apreciar todo lo que capte nuestra visión, escuchamos infinidad de sonidos, sentimos las caricias sobre las mejillas y una facultad primordial es que con ella le tomamos gusto a la vida a través del olfato y el gusto.
Juan el Bautista, nos relata la biblia, llegó a perderla. No obstante, la perdió después de cumplir la envidiable misión de preceder al Mesías. En tiempos coloniales, se habla del caso de Tupac Amaru II, líder indígena que encabezó (no es sarcasmo) la rebelión contra los españoles. Finalmente, fue apresado, torturado y decapitado. Pero al igual que Juan el Bautista, ello sucedió después de cumplir su cometido en defensa de sus congéneres.
El tiempo cuenta con relatos de muchos casos similares. Hubo un sentido de logro que motivó su pérdida. No antes.
Los tiempos actuales indican que debemos cuidar la cabeza con alta estima. Debe blindarse contra una serie de enemigos gratuitos, p.ej. el estrés, los riesgos innecesarios (pregúntenle a un motociclista que sale con su cabeza ilesa tras un accidente gracias al uso de su casco protector) o la particular incidencia de la falta de sueño. En fin, innumerables son sus ofensores.
Sin embargo, hay quienes no deben perderla a toda costa. Podemos citar muchos ejemplos también. Enfoquemos su enumeración en aquellas funciones de quienes ostentan el primer frente de batalla. Un padre de familia, hombre o mujer, llamado a ser ejemplo y brindar protección a su cónyuge y descendientes.
Un director técnico de cualquier equipo sea cual sea su disciplina. Mientras esté como guía y mentor de su propia estrategia ha de preservar la calma para cumplir sus objetivos competitivos.
Un administrador toma las riendas de una organización y vela por el cumplimiento de su misión, sus objetivos y metas, saca al equipo adelante.
Debemos pedir, solicitar o incluso exigir a las máximas figuras del ámbito gubernamental procurar la salud mental, la fluidez de pensamiento, la lucidez para tomar decisiones, pero, siempre, siempre que mantengan su cabeza pegada al tronco. El tronco ejecuta muchas acciones vitales, pero ninguna sin el aporte y dirección de la cabeza.
Esta portentosa pieza maestra tiene la capacidad de blindarse con elementos muy inmateriales, como la humildad, la tolerancia, la imaginación, la empatía. Así con una cabeza llena de vitalidad podemos dar buen trato a los semejantes, un trato digno.
Recomendación, no perdamos la cabeza sino hasta que cumplamos con un fin que redunde en armonía para quienes nos rodean. Antes de salir, verifiquemos tenerla sobre nuestros hombros.